Guerras Doradas - El Ciclo Infinito - Chapter 3 - FriendlyMushroomAO3 - 聖闘士星矢 (2024)

Chapter Text

Saint Seiya: Guerras Doradas – El Ciclo Infinito.
Saga de los Titanes.
Capítulo 3: Prudencia y Perfidia.
Grecia. Atenas. El Santuario. La Colina de las Estrellas. 1 de Septiembre de 1973.

Entre las sendas de Virgo y Libra, existe un camino secreto al que solo el Patriarca del Santuario puede acceder, pero que en aquella joven noche del 1 de Septiembre, era visitado por dos personas, quienes en esos momentos se paseaban por el camino de terracería entre sendas, con la oscuridad como única compañera.

Uno era Shion, el Patriarca del Santuario, quien avanzaba con una mirada decidida en su rostro, el otro era Aioros, quien miraba a los alrededores, más específicamente en dirección a la Isla de Milo, donde en esos momentos crecía un cosmos sumamente violento que lo tenía bastante preocupado, e incapaz de concentrarse en su tarea actual.

-Tu atención debería estar en el presente, Aioros. ¿Qué te inquieta? –preguntaba Shion sin siquiera virar a ver a Aioros, pero deteniéndose cuando Aioros encontró el sitio desde el cual la Isla de Milo se veía mejor-. ¿Sientes algo en aquella isla? –preguntó Shion sin virarse.

-Desconozco si es por mi preocupación latente por el niño de la Isla de Milo, su excelencia –cerró los ojos Aioros, pensando en aquel cuya historia lo había conmovido-. Pero siento un cosmos creciente en la Isla de Milo, dudo que se trate del cosmos de alguno de los aspirantes, más bien me parece un cosmos… -intentó pensar en sus palabras Aioros.

-¿Divino? –preguntó el Patriarca, y Aioros, preocupado, asintió- Es algo comprensible, en esta fecha, el Monte Olimpo está más cerca de la tierra, y el Dios Sellado logra salir a disfrutar de las matanzas. Pero tendré que pedirte, Aioros, que concentres tu atención en el ahora. Lo que sea que Ares pueda estar haciendo en la Isla de Milo, es problema de Saga –finalizó Shion, sobresaltando a Aioros, quien miró al cielo sobre la isla, y a una inmensa estrella roja en el cielo, posicionada perfectamente sobre la Isla de Milo-. Para tu tranquilidad, puedo decirte que Ares no puede hacer mucho. No solo porque los dioses tienen prohibido interactuar con los mortales por órdenes de Zeus, sino porque hoy es un día especial –terminó Shion, y continuó caminando.

-¿Ares? ¿El Dios de la Brutalidad en la Guerra está presente en la Isla de Milo? ¿Por qué? –preguntó Aioros preocupado, pero decidió seguir a Shion, aunque no le quitaba la vista a la Isla de Milo, mostrándose inquieto en todo momento, mientras Shion continuaba tranquilo.

-Las razones de que Ares esté presente en la Isla de Milo son preocupación de Saga –insistió Shion, deprimiendo a Aioros, quien se sentía menospreciado por el Patriarca, lo que él comprendió-. Anímate, Aioros, tu función en estos momentos es la más importante. Además, Ares no es el único dios que visitará la tierra esta noche. Solo basta con que mires a tu alrededor –le sonrió Shion, Aioros se viró, y su mente colapsó por unos instantes, como si las dimensiones mismas se hubieran entrelazado. De pronto estaban ambos en un amplio terreno grisáceo, desde el cual brillaban todas las constelaciones intensamente a su alrededor-. Bienvenido seas, Aioros, a la Colina de las Estrellas –presentó Shion, y solo entonces Aioros se dio cuenta de que, de alguna forma, se habían transportado desde el Santuario, hasta una inmensa montaña a sus afueras-. Entre las casas de Virgo y Libra, existe un portal para viajar a la Colina de las Estrellas, el Axis Mundi, el lugar donde colinda el mundo mortal con el celestial. Espero no hayas estado lo suficientemente distraído para no darte cuenta de donde estaba la entrada –se burló Shion, y Aioros comenzó a sudar frio, preocupado por aquello último.

-Espere Maestro, ¿estamos en la Colina de las Estrellas? –se impresionó Aioros, mientras Shion miraba a las estrellas desde uno de los bordes de la colina- Pero… este lugar es sagrado, y solamente accesible para el Patriarca del Santuario –se preocupó Aioros.

-Y por eso Saga está en la Isla de Milo en estos momentos, Aioros… solo el Patriarca puede entrar aquí –le comentó Shion, las piernas de Aioros cedieron a la sorpresa, y el de Sagitario quedó tendido y sorprendido por la noticia-. A partir de este momento, dejas de ser el Caballero Dorado de Sagitario, para vestir la túnica ceremonial y el casco dorado –aclaró Shion.

-Pero, no puede haber dos Patriarcas, maestro… -comenzó Aioros, cuyos ojos se abrieron de par en par en ese momento, y miró a su maestro con tristeza, y sus ojos quebrándose en llanto-. ¿Ha visto su propia muerte en las estrellas? –preguntó, aunque sabiendo la respuesta.

-Las estrellas han querido que este sea mi último día como mortal. Un destino cruel considerando que hoy es por fin la fecha prometida –le respondió Shion-. Dime Aioros… ¿qué tan lejos ves en las estrellas? –Aioros no comprendió las palabras de Shion en un inicio, pero no tardó en sentir el cosmos del universo a su alrededor, diferente a cualquier cosa que hubiera sentido antes. Los sentidos de Aioros comenzaron a salirse de control, sus ojos veían inmensas distancias, y con ellos logró ver a la Isla de Milo más clara que nunca, y a Ares, el Dios de la Brutalidad de la Guerra, con la forma de un cosmos sombrío y perverso, sentado sobre la cima de un templo en honor al Escorpión Celestial, y testificando el cómo los Escorpio se mataban unos a otros. Los oídos de Aioros también se abrieron, escuchaba a miles de kilómetros de distancia, en un principio fue doloroso, y hasta preocupante, pero de poco a poco comenzó a tener un mejor control en sus nuevos sentidos aumentados-. Esto es algo que solo podrás sentir desde la Colina de las Estrellas, ahora que has pasado el shock inicial, quiero que mires a las estrellas, y me digas lo que ves –pidió Shion nuevamente, y Aioros así lo hizo.

-Puedo ver… nubes de cosmos y polvo de estrellas –describió Aioros, y Shion asintió-. Hay una mesa creada del polvo de estrellas mismo, alguien trabaja en ella, Hefestos… puedo verlo construyendo algo, lo hace con cuidado, y creo… que con amor… -continuó Aioros, conmovido, y mientras sus ojos se llenaban de lágrimas antes la sombra barbona que martillaba con fuerza, pero que construía algo con suma delicadeza y mientras sonreía, clavando lo que había forjado en su mesa, un pequeño cabello, de color lila brillante, el último de los cabellos de su mayor creación, que incrustó en un pequeño cuerpo de bebé recién nacido.

-La construcción más importante de Hefestos… el cuerpo de Athena –le explicó Shion, sonriente, y logrando verlo también-. ¿Lo entiendes ya, Aioros? La importancia de este día, y el por qué los Dioses Olímpicos están presentes –continuó Shion, y Aioros logró verlos, no solo a Ares y a Hefestos, sino a Afrodita, danzando entre los campos floreados cercanos a la Casa de Piscis. A Hestia, que recorría el Anillo Superior del Santuario, compartiendo su calor en cada hogar que visitaba. A Poseidón, sellado dentro de un ánfora, en un lugar llamado Sounión. No estaban todos los dioses, pero Aioros podía ver que se trataba de una ocasión especial, tan especial, que parado sobre la Casa de Libra logró ver a un dios ciego de un ojo, y al que Aioros no lograba reconocer, por lo que miró a Shion confundido, con sus ojos como si su iris fuera el mismo espacio, y Shion le sonreía, divertido-. No solo los Dioses Griegos encuentran importante este día –ante aquel comentario, el sonido de un cuerno de guerra resonó con fuerza a oídos de Aioros, y lejos, muy lejos, en un palacio en el cielo construido sobre un arcoíris, guerreros caídos de una cultura distinta a la griega, celebraban, comían, bebían, y luchaban en honor al día que llegaba-. La Colina de las Estrellas es el Axis Mundi, nuestro panteón no es el único que colisiona en este lugar. Pero no son a los dioses bélicos a los que quiero que observes, Aioros, mira a lo alto, al Monte Olimpo –prosiguió Shion, lágrimas en sus ojos, conmovido.

-Ella es… ¿podría ser? –preguntó Aioros, igual de conmovido, y Shion simplemente asintió. Frente a los ojos de Aioros, posada sobre un cumulo de estrellas, estaba una mujer cuyo cuerpo era el propio espacio, y cuyos cabellos eran violetas y hermosos, en sus brazos, una galaxia dorada, la cual abrazaba y besaba- Lo que está en sus brazos… -se detuvo Aioros, no logrando concentrarse lo suficiente para articular palabras.

-Sí… la esencia misma de Atenea, su alma manifiesta desde el Olimpo –comentó Shion en admiración, pero pronto viró su atención a otra dirección, misma que Aioros siguió con la vista, hasta un dios brillante que recorría el firmamento, de cabellos como el fuego, y cargando un báculo alado como alados también llevaba sus tobillos. El dios llegaba ante la forja de Hefestos, y recibió de él a una preciosa bebé, y prosiguió a volar con ella hasta el cúmulo de estrellas, y ofrecerla a la mujer allí quien, con cuerpo y alma, dio nacimiento a la Diosa Athena, cuyo llanto resonó, con el soplo de su vida mortal-. Al menos pude verla… una vez más… diosa mía, bienvenida de vuelta… -lloró Shion, quien entonces se viró a ver a Aioros con determinación-. Aioros, la razón de esta reunión no es exclusiva para que los dioses, Griegos o no, observen el nacimiento de Athena… sino para ver con sus propios ojos, la extensión de la Esperanza de Athena –le comentó Shion, su determinación haciéndose presente, encendiendo también la de Aioros-. Los 12 Caballeros Dorados son la Esperanza de Athena. Cientos de guerras han iniciado y terminado por ellos, solo por mantener una simple posibilidad, el mantenerlos separados –le explicó con un tono de voz de autoridad-. Pero los 12 Caballeros Dorados no siempre permanecen separados, ha habido ocasiones en que los 12 han vivido y servido al mismo tiempo. Así que, esta es mi última orden como tu Patriarca, antes de que asciendas al trono, y debas decidir por ti mismo… investiga la Guerra Olvidada… lee los textos prohibidos, y cuando lo hagas, decide… ¿debe la Esperanza de Athena permanecer separada para mantener el ciclo de la guerra interminable? O es que acaso habrá otra solución que siempre ha estado frente a nuestras narices, y no hemos logrado aceptarla –meditó Shion al respecto.

-¿La Guerra Olvidada? ¿Acaso está hablando de… Troya? –preguntó Aioros, a lo que Shion respondió mirándolo fijamente, pero sin mencionar palabra alguna- ¿Qué debo buscar allí? –preguntó Aioros, sabiendo sobre la Guerra Olvidada, pero desconociendo su importancia.

-El trabajo de un Patriarca, es estar siempre un paso delante de las circunstancias… -comenzó Shion, elevando su cosmos, lo que Aioros no comprendía, pero lo observaba incinerarse, poderoso, inmenso, mientras miraba en dirección a la bebé ahora en brazos de Hermes. El dios con la bebé de pronto se distrajo, sorprendido, mirado a una columna de cosmos que en esos momentos aparecía frente a él, lo que debía ser imposible, los sentidos de Aioros estaban agudizados por la Colina de las Estrellas, lo que él veía a lo que parecían kilómetros de distancia, realmente estaba a millones de kilómetros, pero el cosmos de Shion se había manifestado a un lado de Hermes-. ¡Maestro! ¿¡Qué está haciendo!? –preguntó Aioros, sintiendo un calor inmenso, mientras el cuerpo de Shion comenzaba a arder, y su piel comenzaba a desprenderse, como las brasas de una fogata- ¡Va a incinerar su propio cuerpo maestro! –gritaba Aioros queriendo detenerlo, pero el calor era tan abrazador que lo repelía.

-Llegarás a comprenderlo, Aioros… lo que significa dar tu vida, por poder sentir su toque… una última vez… -sonreía Shion, el cosmos junto a Hermes tomando la forma de una mano dorada, misma que frotó la mejilla de la bebé, que en esos momentos dejó de llorar, como si sintiera el toque de un viejo amigo-. Hasta siempre… Athena… hasta siempre… -continuó Shion, su visión aumentada buscando una estructura de 5 montículos, 5 Picos, donde un hombre anciano lloraba, a su lado un pequeño de cabellera rosa veía también en dirección a las estrellas, intentando tragarse el llanto. Ambos, el Viejo Maestro, y el Muviano, Mu, sabían lo que significaba la luz que ellos veían desde 5 Picos en China-. Protege a Athena… Dohko… y cuida mucho de mi querido Mu. Muchas gracias por tu amistad… viejo amigo -prosiguió Shion, su piel cada vez estallando en más y más brasas, acercando a Shion peligrosamente a su muerte, la cual alcanzó, al convertirse en cenizas doradas, que continuaron elevándose al Olimpo, permitiendo a Aioros ver, con sus ojos ahogados en lágrimas, a Shion de cuerpo completo, acariciando el rostro de la bella bebé, antes de extinguirse, al igual que la visión de Aioros, quien era forzado a regresar, su alma conmovida por la forma en que Shion había elegido morir, y viendo a Hermes volar por los aires alejándose de la mujer cuyo cuerpo era el espacio, quien miró a la tierra, a Aioros, al nuevo Patriarca, antes de aterrarse, y convertir el calor que Aioros sentía, en una fría sensación de vacío. Aioros se dio la vuelta, miró a una inmensa serpiente de Icor, y después… despertó.

-¡Te dije que vengas aquí, pequeño Leo! –escuchó Aioros, ya no estaba en la Colina de las Estrellas, se encontraba de regreso en la senda de terracería entre las casas de Virgo y Libra, y frente a él estaba Yoshiko, tirando de las mejillas de Aioria- ¿Qué parte de terreno prohibido y pena de muerte no entendiste? ¡Menos mal que te encontré antes de que pudieras cometer alguna calamidad! –se quejó Yoshiko, quien entonces notó a Aioros, y la túnica de Shion y el casco dorado en sus brazos- Oh no… -se preocupó Yoshiko, sabiendo lo que había ocurrido-. Aioros… lo siento tanto… -continuó ella preocupada, Aioros por fin se sacudió la cabeza, observó la túnica y el casco, suspiró, y en señal de respeto, comenzó a colocarse los mismos.

-Shion ha partido… -comentó él, y Yoshiko asintió entristecida, Aioria solo buscó escabullirse, pero Yoshiko, molesta, lo detuvo-. Que tu alma encuentre el descanso eterno en el reino de los dioses, Shion, antiguo Caballero de Aries y Patriarca del Santuario de Athena –reverenció Aioros a las estrellas, comenzando a pensar en sus nuevas responsabilidades, pero antes, miró a Aioria con molestia-. Se puede saber: ¿Qué hacen ustedes dos aquí? Y sí, he dicho dos, Miko –reprendió Aioros, y Yoshiko sudó frio.

-Te va a sonar a excusa barata, pero, no lo sé… cuando me di cuenta lo estaba persiguiendo –apuntó Yoshiko a Aioria, quien hacía muecas por ser descubierto, Aioros tan solo la miró con molestia-. Oye, admito que siento una tremenda curiosidad por ver la Colina de las Estrellas, pero yo no arriesgaría mi vida a lo tonto… -le aseguró ella, Aioros solo alzó una ceja en señal de incredulidad-. Lo de las ruinas del Asuán no cuenta –se defendió ella.

-Cuenta, y prometidos o no, te prohíbo acercarte a la Colina de las Estrellas. ¿Qué hubiera pasado si otro además de mí los descubre? –se quejó Aioros, y tanto Yoshiko como Aioria se sintieron reprendidos- ¡No puede ser! –exclamó entonces de improviso, asustando a Yoshiko y a Aioria, quienes se abrazaron por la sorpresa- ¡Yo aquí perdiendo el tiempo y Hermes bajando del Olimpo con Athena! ¡Ya debe de estar por llegar! ¡Debo ir ante Athena! ¡Ustedes regresen a Sagitario! -y sin decir más, Aioros desapareció frente a los ojos de Aioria y de su esposa.

Sin una barrera protegiendo el Santuario, misma que solo unos cuantos podían levantar, los caballeros podían llegar a cualquier parte del Santuario sin problema alguno, así fue como Aioros no tardó mucho en llegar al Templo del Patriarca, donde tomó aire, estaba increíblemente nervioso, el día esperado había llegado, se suponía que estuviera emocionado, alegre, y lo estaba. Pero el recordar la mirada de la mujer de cosmos, lo preocupaba. Por un instante, cuando la mujer lo miró, sus ojos demostraron un miedo muy profundo. Aioros sabía que él debía temer a cualquier cosa a la que los dioses temieran, pero de momento, esas preocupaciones no eran importantes, había una responsabilidad mayor a la cual solo él podía atender, y para la cual Shion nunca lo preparó, responsabilidad que no se había pensado tener cuando aceptó acompañar a Shion a aquella caminata nocturna, pero que ya no podía ignorar, así que abrió las puertas, y atendió al llamado-. Mi señor Hermes -habló el nuevo Patriarca.

Hermes, el Dios de la Velocidad y mensajero de los dioses, había llegado al Santuario. El dios vestía espinilleras doradas que le llegaban hasta las rodillas, y unas sandalias hermosas con un par de alas de oro en los talones. Sus manos estaban rodeadas por vestiduras doradas de igual manera, y una larga hombrera protegía su hombro izquierdo. En el resto de su cuerpo vestía una túnica griega antigua, de sedas preciosas e inexistentes en el mundo de los humanos, al igual que las hebras de oro de su cinturón aparentemente de cuerdas. En su mano derecha descansaba un báculo dorado con un par de alas doradas en su extremo superior, que entrelazadas parecían abrazar una gema preciosa de color zafiro que brillaba intensamente con el cosmos del dios. En su brazo derecho descansaba la bebé que Aioros tanto había esperado.

-¿Shion? -preguntó el dios, pero Aioros negó con la cabeza, y se arrodilló- Entiendo, el Lemuriano que apareció en el Olimpo… se trataba de Shion. Eso significa que quien se encuentra frente a mi es Aioros de Sagitario. He de asumir entonces que eres el nuevo Patriarca -agregó el dios en un griego tan antiguo, que difería tanto del griego actual que parecía una lengua extinta y distinta, era heleno, la lengua de los dioses ya extinta en el mundo del hombre moderno.

-Mi señor Hermes -reverenció Aioros, quien lograba comunicare gracias al poder de su cosmos-. El deseo de Shion de ver a Athena renacida era tan grande, que forzó a su cosmos más allá de los límites mortales. Espero que la afrenta de mi maestro no le haya dado una mala impresión del Santuario, lo hizo por amor a Athena. Shion… siempre hizo todo por amor a Athena, él se hubiera avergonzado de que viera el Santuario en semejante decadencia –cerró sus ojos Aioros, no sabiendo lo que un dios podría pensar del Santuario actualmente.

-La decadencia ha terminado, Aioros -habló Hermes con gentileza-. Con Athena ha llegado la paz y la gloria al Santuario, pero también lo harán la guerra y el sacrificio -Aioros asintió, sabiendo de antemano lo que significaba la presencia de la Diosa Athena en la tierra-. Zeus nuevamente ha puesto su confianza en los humanos. La condición es simple… -prosiguió.

-Las 12 Armaduras Doradas no serán reunidas nuevamente –suspiró Aioros, comprendiendo la última enseñanza de Shion-. Y los registros históricos de las Guerras Santas anteriores, permanecerán como conocimiento exclusivo de quien es Patriarca del Santuario -Hermes asintió, acercándole a la bebé a Aioros, que quedó maravillado al verla. Más al saber el significado de a quien representaba, el corazón de Aioros se destrozó, y no pudo evitar cuestionar a los dioses-. Pero, mi señor Hermes, a riesgo de parecer indiscreto, me atreveré a preguntar lo que mi maestro Shion de Aries no pudo revelarme -se atrevió Aioros, y por el rostro de Hermes, comprendió que el dios no estaba contento con el atrevimiento-. ¿Qué razón hay para que las 12 Armaduras Doradas no deban reunirse en el Santuario? ¿Acaso en verdad los humanos insultamos a los dioses a tal grado en la Guerra Olvidada, que no podemos reunir las 12 Armaduras Doradas en el nombre de Athena, y por evitar las guerras contra Poseidón y Hades? Si las 12 Armaduras Doradas estuvieran reunidas, la paz reinaría por siempre -insistió Aioros, pero Hermes elevó su cosmos, furioso, asustando al Patriarca.

-¿Cuestionas las órdenes de Zeus? -preguntó Hermes, pero Aioros negó con la cabeza- Es verdad que tu pregunta es indiscreta… Aioros… y la contestaré únicamente si decides dar algo valioso en sacrificio… esta es la voluntad de los dioses -se tranquilizó Hermes, Aioros lo pensó, sabía que los dioses eran caprichosos, y que, de continuar, sería castigado severamente.

-Será entonces mi Caja de Pandora personal, mi señor -confesó Aioros solemnemente, Hermes lo miró, miró a Athena durmiendo en sus brazos, y entre ambos, mortal y dios, hubo un entendimiento, y la revelación de un secreto, que cambiaría el accionar de Aioros para siempre.

Isla de Milo. El Templo del Escorpión Celestial.

-Umm… parece que alguien anda de boca floja en el Templo del Patriarca. Aborrezco esa historia –sobre el techo del Templo del Escorpión Celestial, el cosmos maligno y desbordante de Ares continuaba regocijándose de las matanzas en la Isla de Milo, que se volvieron más agresivas con su manifestación en la isla. Los aspirantes a Caballero de Escorpio parecían haber enloquecido, uno de entre todos ellos, más furioso que el resto, con sus ojos enteramente escarlatas, y llegando ante el Templo del Escorpión Celestial con su cuerpo recubierto en sangre, parte siendo su propia sangre, pero la mayoría, perteneciendo al último de los desafortunados que se posó frente a él-. Así que… eres tú… el próximo a vestir al Escorpión Celestial, mi antítesis –agregaba el cosmos de Ares divertido, mientras el cosmos de Milo, quien estaba perdido en un estado de ira primigenia, estallaba escarlata y violento-. Sería tan sencillo romperte el cuello aquí y ahora… pero, no creo que vayan a permitírmelo tan fácilmente –la forma incorpórea de Ares, parecía embozar una sonrisa, misma que estaba por llevar a Milo a la locura.

-Así que, mis sospechas eran correctas –escuchó Ares, e igual lo hizo Milo, quien furioso se viró a ver a un recién llegado, a Saga, forrado en su Armadura Dorada, y rodeado en su cosmos-. Desde que Shion nos habló del niño de la Isla de Milo, él lo sabía. Milo, su destino es vestir la Armadura del Escorpión Celestial. Pero la prueba definitiva, eres tú, Ares… -apuntó Saga, Milo en su locura se lanzó en su contra, Saga lo percibió, intentó detenerlo, pero el desbordante cosmos de Milo fue disparado tan rápido, que el casco que llevaba puesto Saga salió volando cuando el cosmos de Milo llegó primero, además de que un hilo de sangre comenzó a caer de la frente de Saga, mientras Ares, reía divertido.

-Vaya que es divertido… -sonrió el cosmos maligno de Ares-. El Caballero Dorado de la maldad más profunda, ha venido a hacerme frente, y en su lugar, se ha topado con el Escorpión que me ha elegido como su presa. Me pregunto, ¿qué pasará si el maligno en el Santuario, se enfrentara a él quien solo puede perder una sola batalla en su vida? Me encantaría averiguarlo, pero al parecer… -se molestó Ares, mientras las puertas del Templo del Escorpión Celestial se abrían, una luz dorada se hacía presente en su interior, y Ares, el Dios de la Brutalidad en la Guerra, comenzaba a ser absorbido por el mismo-. Mi tiempo en el mundo de los mortales, ha terminado de momento… pero gracias a esto, he descubierto algo muy satisfactorio… a alumno… y a maestro… cómo voy a divertirme cuando sea mi turno de jugar –terminó Ares, volviendo a ser sellado dentro del Templo del Escorpión Celestial, y tras haberlo hecho, los ojos de Milo regresaron a la normalidad, y este miró a Saga, confundido.

-¿Maestro Saga? –preguntó Milo, notando además la herida en su frente- ¿Lo han herido? ¿Cómo? ¿Quién sería tan fuerte para herirlo? –se preguntó Milo, pero Saga se limitó a ignorarlo, a levantar su casco, y colocárselo nuevamente- ¿Se encuentra bien? –preguntó Milo curioso.

-Tan bien como podría sentirse el ratón, cuando el gato ha comenzado a jugar con su cena –fue la respuesta de Saga, quien entonces sintió un cosmos dorado proveniente desde el Templo del Patriarca, sabiendo perfectamente lo que significaba-. Así que… al final… el elegido como Patriarca fue Aioros… -cerró sus manos en puños Saga, un desprecio indescriptible rodeándolo, pero al final, logró tranquilizarse, y colocar su mano sobre la cabeza de un confundido Milo, quien lo miraba con curiosidad-. No estaba escrito en las estrellas el que yo fuera el Patriarca… -aceptó Saga, una mirada gentil en su rostro, misma que impresionó a Milo-. Pero está en las estrellas, el que soy tu maestro, y bajo mi tutela, ni el mismo Ares podrá tentarte nuevamente. Lo de hoy, jamás se repetirá. Milo, jamás olvides, que tú eres el Anti-Ares –declaró Saga, y aunque Milo no comprendía aquellas palabras, su cosmos pareció reaccionar a las mismas.

El Santuario. El Anillo Medio. Palestra. Septiembre de 1979.

-Señorita… señorita… oiga… -escuchaba Saori dentro de la negrura que era en ese momento su mente, pero no logró despertar hasta ser violentamente sacudida, lo que causó varias risas a su alrededor mientras Saori, preocupada y sin saber dónde estaba, se viró en todas direcciones hasta despertar sus sentidos y descubrir lo que estaba pasando. Se encontraba sentada en un pupitre, con Mii a su lado, y con varias de sus compañeras de clase cubriéndose los labios aguantándose la risa, mientras frente a ella, Yoshiko, en su túnica esmeralda, y con su regla de madera en mano, impactaba gentilmente la cabeza de Saori, apenándola sobremanera.

-Bienvenida de regreso al mundo de los despiertos, Saori –le sonrió Yoshiko, ante las burlas de todas las compañeras de la perezosa de la clase, y las miradas de preocupación de Mii-. Pobre, debes estar muy cansada, pero tus estudios son muy importantes. Trata de poner atención a la clase, ¿quieres? –le preguntaba Yoshiko dulcemente, apenando a Saori, quien se pellizcó a sí misma la mejilla, sacándose un poco las lágrimas, y preocupando a la maestra y a su amiga en el pupitre de al lado- Esto de los Escuderos tan jóvenes debería ser un crimen –se dijo a sí misma Yoshiko, incorporándose, y regresando al frente de la clase.

-Señorita, ¿está bien? –preguntó Mii preocupada, ante lo que Saori la miró con ojeras en sus ojos- Por eso le dije que debería desistir, no es justo que la traten de esa manera, usted es muy importante como para someterse a semejante maltrato –agregaba Mii en su preocupación.

-Estoy bien… aunque he aprendido a valorar más que nunca el trabajo que hacías a mi servicio… Mii… -admitió Saori, y ante aquello, Mii se ruborizó sobremanera, inmensamente conmovida, y abrazó a Saori sin importar que estuvieran en clases, lo que Yoshiko notó-. Basta, Mii, todos nos miran. Mejor dime donde vamos en la lección –pidió Saori preocupada.

-Estamos en plena clase de mitología, Saori. Página 12, la Estirpe de los Dioses –le comentó Yoshiko, apenando a Saori, quien rápidamente buscó la página en su libro-. Y es bueno que hayas despertado, ya que estamos por comenzar con las lecciones sobre la diosa más importante para nosotros en el Santuario. La estirpe de Atenea, la Diosa de la Sabiduría y la Guerra –comenzó Yoshiko, y todas las niñas en su salón prestaron atención, aunque de fondo Mii había tomado un pañuelo y lo utilizaba para limpiarle la saliva seca a Saori de la boca-. Como vimos en lecciones pasadas, Urano y Gea son padres de Zeus, y Zeus y Metis son padres de Atenea. ¿Comprenden? -preguntó Yoshiko, y las niñas en el salón afirmaron, aunque Saori comenzaba a cabecear nuevamente, preocupando a Mii, quien le pellizcó la mejilla para mantenerla despierta- Retomemos la lección hablando un poco de Metis. La Titánide Metis era la personificación de la Prudencia, pero también de la Perfidia. Metis era hija de Okéanos y Tethys –continuaba Yoshiko, mientras de fondo Saori no prestaba atención, y solo hacía dibujos en su libreta, específicamente de un Milo que le gritaba con cuernos de demonio y rostro de caricatura.

-Señorita, no desperdicie páginas de su libreta –pidió Mii un tanto molesta-. Además… no se hubiera metido en el problema de convertirse en Escudera de alguien de tan escaso corazón como el señor Milo, si no se hubiera escapado el día de su cumpleaños –recriminó Mii.

-Quería conocer a un Caballero Dorado, no es mi culpa toparme con el más insensible y despreciable de todos… ¡me fastidia mucho! –se quejó Saori, rayando fuertemente su cuaderno, y llamando la atención de Yoshiko nuevamente, por lo que ella se tranquilizó, y fingió que tomaba apuntes-. El señor Milo… es demasiado duro conmigo… a veces pienso que no me quiere y que disfruta de torturarme… -admitió Saori entristecida.

-Saori, ya pon atención, o me voy a enojar –reprendió Yoshiko, preocupando a la pequeña, que se esforzó por poner atención-. No es como que no comprenda tu dolor… Aioros no debió permitir semejante estupidez como permitirte ser una Escudera… -susurró para sí misma Yoshiko, antes de aclararse la garganta y continuar-. Como hija de Okéanos y Thetys, Metis era una Oceánida con dominio de los ríos y mares. Zeus sedu… -intentó explicar Yoshiko, aunque no tardó en recordar la edad de las niñas a las que educaba, por lo que tuvo que replantear sus palabras-. Zeus… enamoró… -corrigió Yoshiko, escuchando entonces la risa de alguien en el pasillo, ya que los salones no tenían puertas-. A Metis… y juntos tuvieron una hija de nombre Atenea… que… dormía dentro de la pansa de Metis –continuó ella, escuchando nuevamente las risas-. ¡Si tienes una mejor forma de explicárselo a unas niñas de 7 años, soy toda oídos, Aioros! –se quejó Yoshiko, lo que forzó a su marido a asomarse desde el marco de la puerta divertido- ¿Qué haces aquí? –se quejó Yoshiko.

-Soy el Patriarca, puedo estar donde me plazca sin dar explicaciones de ningún tipo –le respondió Aioros, lo que molestó a Yoshiko-. Pero para tú tranquilidad, vine porque sabía que hoy tendrías esta lección, y a cerciorarme de que cierta estudiante está prestando atención a la misma, y no durmiéndose en clase –comentó Aioros, apenando a Saori-. ¿Qué decías de Atenea durmiendo dentro de la pansa de Metis? –se burló Aioros.

-Patriarca, será la máxima autoridad en el Santuario, pero aquí en mi clase yo soy la autoridad, salgase y no interrumpa –reprendió Yoshiko, Aioros alzó y bajó los hombros, y salió del salón de clases-. Volviendo al tema, todos los bebés duermen por 9 meses dentro de las pansas de sus madres, y no responderé preguntas al respecto –continuó Yoshiko sombríamente, preocupando a sus estudiantes-. La madre de Zeus, Gea, había advertido a Zeus que la hija nacida de Metis sería quien destronase a Zeus, así como Zeus hizo con Cronos, y Cronos hizo a con Urano, reviviendo así el circulo de tiranía y traición que ha venido atormentando a los dioses y a los mortales por miles de generaciones –prosiguió Yoshiko como si se tratara de una explicación cualquiera, pero Saori de pronto estaba prestando más atención, como si esta historia fuera más importante para ella que para nadie más-. Así fue que Zeus, mientras Atenea aún dormía dentro de la pansa de su madre, devoró a Metis, igual que Cronos hizo con sus hermanos, intentando así evitar el Ciclo Infinito de los Dioses. Pero Zeus no lograba entender que estuvo a punto de convertirse en un Dios Tirano como lo fueron Cronos y Urano –proseguía Yoshiko, cuando comenzó a sentir algo extraño, Aioros también lo sintió, por lo que se recargó en el marco de piedra de la puerta inexistente del salón, dirigiendo su mirada a Saori.

-Pero Atenea nació de todas formas -comenzó Saori, sorprendiendo a las niñas en el salón, especialmente a Mii-. Estaba oscuro, pero a la vez cálido… un sentimiento agradable recorría el cuerpo de Athena… no, Atenea… ella aún no usaba ese nombre. Atenea se negó a ser privada de su derecho de nacimiento -los ojos de Saori se habían perdido en la nada, mientras la niña continuaba relatando los eventos como si ella misma los hubiera vivido. Y en cierto modo, lo había hecho-. Atenea subió, sabía que si caía más profundo no nacería, por lo que siguió subiendo hasta que salió de la cabeza de Zeus. Era un milagro, el primer milagro. Atenea había nacido tras atravesar la cabeza de su padre, y lo había hecho adulta, y mientras su cuerpo era protegido por una armadura que incluso ridiculizaba los dotes de forja de Hefestos. El cosmos de Atenea era tan cálido, que Zeus se apiadó de ella y le permitió vivir -entonces Saori cerró sus ojos y parpadeó un par de veces, despertando de su trance para ver las miradas de confusión de todas sus compañeras de clase.

-La esencia de Atenea despertó por un momento… -susurró Aioros para sí mismo-. Lo sabía, Saori ya puede acceder a sus memorias recesivas… bien hecho, Saori –comentó Aioros, quien miró a Yoshiko en medio del salón de clases, con una mirada de molestia y sus ojos de un color azul, lo que preocupó a Aioros, quien se talló los ojos, y notó a su esposa con la mirada normal mirándolo con curiosidad y apuntando a Saori, confundida-. ¿Lo habré imaginado? –se preguntó Aioros, cuando la campana de término de las clases resonó.

-¿Tan rápido pasó el tiempo? –preguntó Yoshiko, mientras las niñas no esperaban y comenzaban a guardar sus cosas- No se escaparán de su tarea, niñas. Para el lunes quiero un resumen sobre la lección que vimos la semana pasada sobre el creacionismo. Pueden estudiar sobre cualquiera de los primordiales… excepto Eros, nadie debe saber nada de Eros hasta que sean mayores. Y disfruten del fin de semana –les sonrió Yoshiko, pero la curiosidad había vencido a Saori, quien ya estaba leyendo de Eros, y apenándose sobremanera, por lo que Yoshiko le dio con su regla gentilmente-. Saori… te duermes en mi clase, pero se termina y lees cosas que no debes. Si tanto quieres aprender de Eros, espero tu reporte el lunes –sonrió Yoshiko con malicia, apenando a Saori, quien se resignó, antes de salir del salón con Mii-. Entonces, ¿viniste a ver a Saori despertar sus memorias recesivas? –preguntó Yoshiko una vez que estuvieron solos.

-Básicamente –sonrió Aioros, y Yoshiko suspiró preocupada-. Las pesadillas no han dejado de llegar –comentó Aioros, sorprendiendo a Yoshiko-. Sé que no lo parece, pero estoy sumamente cansado. Todas las noches voy a la Colina de las Estrellas, y todas las noches veo lo mismo, una inmensa serpiente, que no me permite ver a las estrellas. Alguien muy poderoso no quiere que vea el futuro –le comentó Aioros.

-¿Quién podría ser más poderoso que tú? –preguntó Yoshiko, pero Aioros no supo qué decir- Tal vez es un castigo divino porque alguien permitió a Saori convertirse en una Escudera, el que Zeus no te haya fulminado es una sorpresa –se quejó Yoshiko.

-Es precisamente porque Saori es una Escudera el que sé que está segura, y bajo vigilancia todo el tiempo –le comentó Aioros, lo que Yoshiko no comprendía-. Mientras Saori sea Escudera de Milo, la serpiente de mis pesadillas no podrá alcanzarla. Durante las clases, está vigilada por Arctos, quien la espera a la salida, y la lleva a las 12 Casas, y dentro de las 12 Casas, están los Caballeros Dorados que, aunque tengan misiones rotativas, siempre están cerca de ella. No necesitan saber quién es Saori para protegerla, y mientras ellos la sigan viendo como a una Escudera más, ciertos Caballeros Dorados que ya se han encariñado con ella, no la dejarán sola –le sonrió Aioros, mientras Yoshiko se daba la vuelta, y pensaba al respecto.

-Ya veo –comenzó Yoshiko, aunque Aioros no podía ver que tenía un ojo negro y el otro de un azul celeste muy llamativo-. Ya me preguntaba el cómo era posible que Athena no estuviera sola ni un maldito momento. Bien pensado, Patriarca –le sonrió Yoshiko, quien tras virarse ya tenía ambos ojos normales-. ¿Comemos algo aprovechando que estás aquí? –preguntó, y Aioros asintió, ofreciéndole su brazo, saliendo con Yoshiko de Palestra.

El Anillo Superior.

-Aunque aprecio sobremanera el que ser una Escudera le haya enseñado sobre humildad… me preocupa demasiado que el señor Milo no sea consciente de su edad y la haga trabajar tan duro de esta forma –comentaba Mii a Saori, quien cargaba ahora una canasta con algunos víveres, sorprendiendo a Mii de que la mayoría era blanqueador de ropa. Arctos, el antiguo mayordomo de Saori, viajaba detrás de ambas vistiendo un traje de entrenamiento de los aspirantes a caballeros en el Santuario, manteniéndose callado para no interrumpir la nueva vida de su señorita, pero atento a cualquier peligro potencial que pudiera desatarse-. ¿Por qué tanto blanqueador? –preguntó Mii curiosa tras inspeccionar la canasta de víveres de Saori.

-Porque lavo y lavo la capa del señor Milo… y nunca está como a él le gusta… -agregó Saori sombríamente, lo que comenzó a preocupar a Mii-. La sangre es muy difícil de limpiar de una capa completamente blanca… y el señor Milo se lastima constantemente entrenando… a veces pienso que lo hace a propósito y que ensucia su capa todo el tiempo para que yo me rinda, pero va a ver… la restregaré y la restregaré y va a estar tan blanca que el señor Milo no tendrá más alternativa que tragarse sus palabras. Él fue muy cruel… me dijo que, si no me gustaba lavar su capa llena de sangre, no me hubiera ofrecido a ser su Escudera en primer lugar –le explicó Saori, con una vena saltándosele en la frente, la niña de tan solo 7 años en verdad que estaba enojada por todo el trabajo y que este no fuera apreciado.

-Como su antigua criada… no puedo decir que no se lo merece… señorita… -susurró Mii, recordando el pequeño desastre andante que era Saori, y que Mii siempre terminaba limpiando sus destrozos. Arctos, pese a no querer interferir en la nueva vida de Saori, se aclaró la garganta, llamando la atención de Mii-. De todas formas, solo tiene dos semanas como Escudera del señor Milo. Estoy segura de que pronto se acostumbrará –admitió Mii.

-Lo sé… pero… desearía que el señor Milo apreciara, aunque sea solo un poco, mi esfuerzo… -le comentó Saori, preocupando una vez más a Mii- ¡Pero juro en el nombre de Athena que no descansaré hasta ser la mejor Escudera de todas! –comentó Saori, un destello de cosmos se sintió, o al menos Mii y Arctos lo sintieron, ya que Saori de pronto solo sonreía como si tuviera energía de sobra-. ¡Después de decir eso me siento increíblemente bien! ¡Hoy dejaré la capa del señor Milo increíblemente limpia! –terminó Saori, mientras el grupo llegaba ante las puertas de la última muralla previo a las 12 Casas, encontrando a un Caballero Dorado allí, y aparentemente buscando algo- ¿Un Caballero Dorado? –preguntó Saori, llamando la atención del caballero, quien se viró para verla- Uno que no había visto antes además –susurró ella, notando además que Arctos reverenciaba en dirección al Caballero Dorado, y se retiraba fuera de los territorios de las 12 Casas, habiendo terminado con su escolta.

-Es el Caballero Dorado, Camus de Acuario, a quien sirvo como Escudera –le explicó Mii, lo que llamó la atención de Saori-. ¿Lo olvidaste? Trabajo en el Santuario como Escudera del Caballero de Acuario. ¿Quién pensabas que era mi maestro? ¿Arctos? –preguntó Mii, y Saori asintió mientras miraba a su antiguo mayordomo.

-¿Alicia Mii Benethol? –preguntó Camus, y la rubia de cabello chino realizó una reverencia- Mi nombre es Camus de Acuario, pero al parecer estás bien informada y ya lo sabías. Recién llego de mi viaje y me entero de que me has sido asignada como Escudera por el Patriarca Aioros, he venido para llevarte a mi templo, el paso por las 12 Casas está prohibido de otra manera –le comentó Camus.

-Es un placer conocerle, Maestro Camus –reverenció Mii, Saori se sintió incomodada por las reverencias, y reverenció de igual manera-. Y le agradezco que haya venido por mí. Es mi deber informarle de cualquier forma, que ya he tenido el honor de atender a sus aposentos. Por instrucciones del Patriarca Aioros, se me permite subir a realizar mis responsabilidades si es el Caballero Dorado, Milo de Escorpio, quien me permite el ascenso. Aunque ahora que usted está de regreso, me pongo a sus humildes cuidados –volvió a reverenciar Mii.

-Ya me preguntaba la razón de que mi casa estuviera tan limpia pese a mi larga ausencia –admitió Camus, quien entonces posó su atención en Saori-. He de suponer que eres la Escudera de Milo –dedujo Camus, y Saori, nerviosamente, asintió-. Tu nombre… -pidió el de Acuario.

-Sa-Saori Kido… honorable Caballero de Acuario –reverenció una tercera vez Saori, lo que incomodó a Mii, ya que al parecer Saori no entendía bien el cómo funcionaba la reverencia-. Escudera de Milo de Escorpio. Es un honor conocerlo –admitió ella apenada.

-El que Milo tenga una Escudera es preocupante. ¿Ha ocurrido algo con la salud de Milo? ¿Está indispuesto de alguna forma? –preguntó Camus, lo que Saori no comprendía- No es normal en Milo el tener Escuderos, no puedo hacer más que preocuparme si de pronto una aparece de la nada. ¿Cómo se encuentra él? –preguntó Camus, Saori estuvo por hablar, pero Camus al parecer no pretendía darse a esperar- No importa, lo averiguaremos en breve –comenzó a elevar su cosmos Camus, cerró sus ojos, y tras abrirlos, estos dejaron ver una luz dorada coloreando sus pupilas. Saori y Mii no podían ver lo que Camus con sus ojos iluminados de dorado sí podía ver, Camus observaba las 12 Casas, el resplandor del cosmos de quienes estaban presentes en su interior advertía a Camus de la presencia de los Caballeros Dorados, y tras contarlos, Camus alzó la mano, lanzando de su dedo 6 destellos de luz dorada, mismos que surcaron el cielo, y se estrellaron gentilmente en las casas de Tauro, Cáncer, Leo, Virgo, Escorpio, y Piscis. Saori y Mii intercambiaron miradas de confusión, pero entonces notaron un conjunto de 6 destellos dorados provenientes de las mencionadas casas, y bajando en dirección a Camus, forzando a Saori y a Mii a abrazarse asustadas, mientras Camus alzaba la mano, y recibía los 6 destellos dorados-. Ya podemos subir –comentó Camus, agachándose, y tomando a Saori y a Mii de sus hombros, y para sorpresa de las Escuderas, en un instante, se encontraron fuera de la Casa de Escorpio, y frente a Milo quien aparentemente charlaba con Saga en esos momentos-. Saga, Milo –reverenció Camus, mientras Saori y Mii se tomaban de sus cabezas, adoloridas por la violenta sacudida.

-Bienvenido a mi casa, Camus -habló Milo con cordialidad, pero entonces dirigió su mirada a Saori y a Mii, más concentrado en Saori que en la rubia-. Veo que decidiste volver –agregó Milo con brusquedad, preocupando a Saori-. Tengo invitados, así que apresúrate y prepara el té. No me permito que mi Maestro Saga y mi amigo Camus me consideren un mal anfitrión –sentenció Milo molesto, e intimidando a Saori, quien rápidamente tomó sus cosas y comenzó a correr a los pisos inferiores, ante la mirada molesta de Milo, quien suspiró tras verla esforzarse tanto.

-Trata de ser más humilde, discípulo cabeza de chorlito –insultó Saga, lo que apenó al de Escorpio, y llamó la atención de Camus-. Bienvenido de vuelta, Camus. Me retiro para dejarlos ponerse al corriente –terminó Saga, retirándose en dirección al Templo de Virgo.

-No se sienta presionado por mi presencia, puede acompañarnos –ofreció Camus, pero Saga lo negó, y continuó con su camino, no sin antes hacer una reverencia a Mii, quien le regresó la misma-. Tan directo al punto como de costumbre, tu maestro resulta ser bastante estricto aun cuando de su pupilo estrella estamos hablando –le comentó Camus cruzado de brazos.

-Seguro a tus pupilos los tienes igual de impresionados, Maestro de Maestros –le sonrió Milo, y Camus no pudo evitar embozar una sonrisa de igual manera, mientras Milo se daba la vuelta, y lo invitaba a pasar-. Es bueno tenerte de vuelta en el Santuario, Camus. Comenzaba a aburrirme al no tener con quien tener una charla civilizada –le comentó Milo, invitando a Camus a pasar a los pisos inferiores de su templo, donde Saori en esos momentos se esforzaba por preparar una mesa para servirles el té, Camus miró a Mii, y realizó una seña con su mano, por lo que Mii inmediatamente fue a ayudar a Saori, quien aún era bastante lenta en lo de servir a los demás-. Escuché que van a asignarte a un nuevo discípulo. ¿Significa eso que no te quedarás por mucho tiempo? –preguntó Milo, sentándose en su silla, y ofreciendo a Camus la restante, el de Acuario se sentó agradecido.

-Es como mencionas –le comentó Camus, notando el cómo Saori colocaba una taza de té frente a él, bastante caliente para su gusto, por lo que, de un movimiento de su mano, bajó la temperatura del mismo-. El té está a demasiada temperatura para la infusión que planeabas servir –le comentó Camus, lo que preocupó a Saori, quien nuevamente se sintió menospreciada-. La temperatura en un té es muy importante, ¿no te lo enseñaron en la Escuela de Escudería? –preguntó Camus, por lo que Saori bajó su rostro, a punto de soltarse en llanto.

-Saori no asistió a una Escuela de Escudería… la recogí por allí –admitió Milo intentando defender a Saori, y haciéndola quedar aún peor, por lo que Saori se deprimió, Mii simplemente se aguantó un poco la risa por las penas de su antigua señorita-. Yo tampoco sabía que el té tenía temperaturas de infusión –se dijo a sí mismo Milo.

-Olvida el té de momento –comenzó Camus, una mirada frívola en su rostro, mientras Camus se apretaba el puente de la nariz, pensando-. Milo… ¿mataste a alguien que no debías? –preguntó el de Acuario, sobresaltando a Milo, quien se atragantó su té ante el comentario- Me voy por unos meses a entrenar al Caballero de Plata de Pyxis, y regreso para ver que tienes una Escudera, y que esta escudera no tiene entrenamiento –prosiguió Camus, deprimiendo a Saori aún más, quien estaba al borde de las lágrimas, lo que a su vez preocupaba a Mii-. Si mataste a alguien y dejaste a una huérfana atrás, tengo entendido que para eso está la fundación que Aioros contrató. ¿Por qué no la llevas a con ellos y terminas con estas tonterías del arrepentido Caballero Dorado adoptando a huérfanos desamparados? –terminó él.

-Camus… perdona que sea yo quien te lo diga, pero te estás pasando –comentó Milo, apuntando con su mirada a Saori, quien se mordía los labios intentando no llorar. Camus repensó todo lo que había dicho, comprendiendo sus palabras, y suspiró incomodado.

-Lamento mis palabras de recién, pequeña Escudera –aceptó Camus, para sorpresa de Saori-. No era mi intención el que te sintieras ofendida. Mis comentarios iban más en función de que me preocupo por mi querido amigo quien últimamente ha sido más descuidado de lo habitual. ¿De verdad no mataste a nadie a quien no debías? –preguntó Camus nuevamente.

-¿Por qué iba a yo a cometer semejante error? ¿Por quién me tomas? –se quejó Milo, mientras Camus, cruzado de brazos, prestaba atención a las facciones de Milo- No maté a los padres de Saori y la tomé de Escudera por arrepentimiento –se defendió Milo, aunque Camus siguió esperando la explicación-. La… la conocí cuando fui a ver el combate por la Armadura Dorada de Aioria, él muy tonto derribó una columna y casi la aplasta. Escuchó que Aioria tenía ya derecho a tener un Escudero, y de pronto quiso ser mi Escudera… -le explicó, notando entonces la mueca de incredulidad en el rostro de Camus-. Es la verdad… -comentó Milo.

-¿Aioria? –preguntó Camus, causando que Milo sudara frio por la molestia reflejada en el rostro de Camus- Tengo que admitir, Milo, que parte de mis preocupaciones por ti, tienen que ver con Aioria. Desde que lo frecuentas por según tú haberlo declarado tu rival, te has vuelto descuidado y desatendido. Ahora comprendo mejor por qué Saga estaba presente en tu casa cuando llegué, seguro también estaba preocupado de que tuvieras una Escudera –declaró Camus.

-Quiero decir, ese era precisamente el caso, pero no entiendo cuál es el problema de ustedes dos al respecto –comentó Milo preocupado, y mirando a Saori, quien estaba sumamente deprimida por el cómo todos parecían menospreciarla-. No tienes nada de qué preocuparte, Camus… sigo siendo el mismo de siempre. Saori simplemente, es mi Escudera por circunstancias difíciles de explicar. Vamos que incluso tú tienes una Escudera –apuntó Milo a Mii.

-Mii se me fue asignada a la fuerza porque Aioros encontró deprimente que mi casa siempre estuviera sucia, considerando que siempre estoy fuera entrenando a algún discípulo –le espetó Camus, aún en descontento, Mii no supo cómo sentirse al respecto-. Lo entenderías si tuvieras discípulos… aunque, considerando la situación de elección de candidatos a la Armadura de Escorpio, es totalmente comprensible el que no los tengas… después de todo, eran 800 –le comentó Camus, y Milo asintió, aunque ligeramente triste por aquello-. ¿Has considerado entrenar a alguien que no comparta tu signo? Pienso que te vendría bien –le comentó Camus, notando la preocupación del de Escorpio.

-¿De qué serviría? –le preguntó Milo- Aún quedan algunos Escorpio en el Santuario, quienes me desprecian por ser el Caballero de Escorpio al ellos querer mi Armadura Dorada. Además de que, yo mismo me aseguré de matar a todos y cada uno de los Escorpio en el Santuario. No me sirve de nada tener un discípulo, si este no vestirá mi Armadura Dorada –le comentó Milo, por lo que esta vez fue Camus quien se preocupó e intentó hablar para calmarlo-. Pero claro, eso es algo que no puedo esperar que el Maestro de Maestros comprenda, ¿o sí? –preguntó, por lo que Camus se quedó con la sugerencia en la garganta. La tensión entre Escorpio y Acuario parecía escalar, y tanto Saori como Mii comenzaban a preocuparse por el rumbo de la conversación, cuando entonces Camus soltó aire.

-Lo admito, me lo merezco –suspiró Camus-. Enfrentarme a tu lengua ponzoñosa, siempre es una sorpresa, pero es la primera vez que diriges semejantes palabras en mi dirección, es preocupante –le comentó Camus, y Milo, tras notarlo, intentó disculparse también, cuando Camus habló primero-. Descuida, la verdad me lo busqué, no te juzgo por hablarme de esa manera. Tan solo me sorprende, pienso que Aioria es mala influencia, pero si ayuda a mi querido amigo a defender a una pequeña Escudera con tanta pasión, tal vez esta amistad que tienes con el de Leo, no sea tan mala después de todo… solo trata de no involucrarme, a mí me fastidia. Nos vamos, Alicia… Milo espera visitas –le comentó Camus, Mii asintió, reverenció en dirección a Saori y a Milo, y siguió a Camus a los pisos superiores, Milo suspiró incomodado por el resultado de la conversación, se puso de pie, y siguió a Camus de igual manera, Saori yendo tras de él en todo momento, mientras Milo le daba la espalda a Camus y le permitía ascender, mientras él miraba con molestia en dirección al Templo de Libra.

-Por todos los… no tienes que estar celoso de nada, Camus… el que yo me lleve bien con Aioria no significa que… -se dijo a sí mismo Milo, mientras Saori lo miraba preocupada, notando el descontento en Milo, cuya ceja temblaba con molestia-. Prepara más té… no tan caliente –le pidió Milo, Saori asintió y se preparó para bajar a los pisos inferiores, cuando escuchó un grito que le llamó la atención y le impidió bajar.

-¡Miiiiilooooo! –quien gritaba era Aioria, que llegaba a una velocidad impresionante, frenándose frente a Milo y Saori, y despeinándolos a ambos por la ráfa*ga de viento resultante tras su llegada- ¡Milo! ¡Lithos! ¡No es un niño! -gritó Aioria, y en el rostro de Milo se reflejó confusión- Me estaba bañando, y Lithos entró y me preguntó si quería que me lavara la espalda -explicó Aioria, y Saori se enrojeció al pensar que esa tal vez era una de las tareas de los Escuderos, olvidándose por completo de bajar para preparar más té-. Le dije que no se molestara, pero Lithos insistió, así que le dije que entrara en la regadera y entonces… vi… descubrí. ¡Que Lithos es una niña! –agregó ruborizado, y fastidiando a Milo.

-¿¡Estas idiota o qué!? ¡Claro que es una niña! ¡Eso se puede ver a simple vista! ¿Cómo se te ocurre después de 2 semanas apenas enterarte de que tu Escudero es una chica? ¿Acaso Saori te parece un niño? –apuntó Milo a Saori, quien se apenó ante el comentario, pero se apenó aún más cuando Aioria la miró dudoso, forzando a la avergonzada de Saori a ocultarse tras la capa de Milo al sentir la mirada de Aioria- ¡Es una niña! -agregó Milo con violencia- A todo esto. ¿Por qué te esforzaste tanto por venir desde Leo hasta Escorpio a molestarme con semejantes tonterías? –recriminó Milo, lo que llamó la atención de Saori.

-¡Necesitaba alguien a quien decírselo! ¡No iba a contárselo a Mephisto o a Shaka! ¡Tú parecías la mejor opción! ¡Pero parece que me equivoqué, escorpión ponzoñoso! -se quejó Aioria, y Milo le regresó una mirada de desaprobación, más de inmediato bajó su guardia suspirando en señal de derrota, e invitó a Aioria a entrar a su templo tras unos instantes- ¿Qué haces? –preguntó Aioria a la defensiva.

-¡Te estoy invitando a mi casa, gato torpe! Quieres un lugar para pensar, ¿o me equivoco? –ante el comentario, Aioria asintió avergonzado- Eres un caso perdido. Pero le tengo un gran respeto a tu hermano. Solo por eso estoy ayudándote, no porque seas mi amigo –le recordó Milo.

-¡Como si a mí me gustara tener a un arrogante y sabelotodo como amigo! -continuó Aioria la discusión, y Saori miró a ambos Caballeros Dorados con una sombra de duda envolviéndola. Las personalidades de ambos eran muy distintas, pero a su vez, muy similares. Era como ver el enfrentamiento de un par egos muy grandes, siendo Aioria extrovertido y valeroso, aunque un tanto distraído, y Milo introvertido e ingenioso, pero de un carácter igualmente explosivo, casi idéntico al de Aioria.

-Saori, sirve algo de té a nuestro invitado –le recordó Milo, y la niña reaccionó e intentó correr dentro del templo, solo para tropezarse con el cesto de víveres que había dejado olvidado, y terminar con todo el contenido regado por el suelo-. No tienes remedio, te encargarás de eso después, por ahora sirve el té -la niña asintió, reverenció apenada, y corrió dentro del templo.

-Hasta parece que no la respetas en lo más mínimo -aclaró Aioria, mientras seguía a Milo a la parte inferior del templo-. Por cierto, sé que no es de mi incumbencia, pero… he notado que no dejas tu templo para nada. Solo te he visto fuera cuando hay alguna misión o hemos sido llamados a una reunión del Consejo Dorado –le comentó Aioria.

-Tienes razón, no es de tu incumbencia –insultó Milo, fastidiando a Aioria, y sentándose en su silla nuevamente, mientras Saori repetía el proceso de recién cuando atendió a Camus, solo que para Aioria esta vez, quien parecía no ser tan exigente, y se sentaba bebiendo del té sin críticas sobre infusiones o de asesinar a sus padres-. ¿Qué razones tengo para dejar mi templo? –continuó Milo con la conversación- Mi deber es proteger mi casa y servir a Athena. Hasta que se me sea dada otra instrucción, no me moveré de mi puesto –finalizó él, mientras Saori llegaba con una bandeja con algunas galletas, decidida a ser de utilidad.

-El que seas tan formal me molesta -agregó Aioria, sintiéndose ridiculizado por el Caballero de Escorpio-. Cómo sea, solo te pido que me dejes quedarme en Escorpio unos días en lo que se calman las cosas entre Lithos y yo –le pidió mientras tomaba una galleta, y le agradecía a Saori, quien se mostró conmovida por sea apreciada, lo que Milo notó, y aunque algo incomodado por lo que estaba por hacer, colocó su mano sobre la cabeza de Saori, frotándola afectuosamente-. Mira nada más… quien viera a Milo mostrando afecto por alguien –se burló Aioria, mientras Saori se ruborizaba por las atenciones de Milo.

-Si no quieres dormir afuera del Templo de Escorpio… trágate tu galleta y deja de fastidiarme –insultó Milo, aunque Aioria se mostró bastante satisfecho de poder observar al escorpión bajando la guardia.

El Tibet. Cordillera de los Himalaya. Jamir.

En el corazón mismo de la Cordillera de los Himalaya, en una región entre China y la India, existe un lugar llamado Jamir, una torre de 5 pisos, construida en las cercanías de un acantilado, rodeada de puentes de roca con afiladas formaciones como estalagmitas esperando debajo a los que cayeran por sus estrechos senderos. Después de todo, para acceder a Jamir, se requería pasar a través de un puente recubierto en niebla, un puente que habría cobrado ya la vida de muchos quienes, forrados en armaduras de plomo, habían encontrado la muerte al caer por la pendiente.

Frente a la estructura que era Jamir, se encontraba una hermosa caja dorada, frente a la cual Mu meditaba en esos momentos, mientras observaba a las estrellas, intentando encontrar en ellas los secretos de las tragedias que estaban por llegar. Sin embargo, la meditación de Mu aquella noche había quedado interrumpida ya que, en un parpadeo, frente a él no había más que un camino de neblina increíblemente peligroso, pero tras abrir los ojos una segunda vez, el peligro pasó a ser más palpable, y en la forma de un Caballero Dorado con una cornamenta, quien se asomaba desde los interiores de la niebla.

-Veo que me encontraste… -comenzó Mu con tranquilidad-. No me sorprende de aquel a quien el Santuario llama Assassin. Con un nombre como ese debí de haber imaginado que me seguirías de Estados Unidos hasta Jamir… tienes mi admiración por ese esfuerzo. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde nuestro primer encuentro? –preguntó Mu, pero el Caballero Dorado frente a él, Shura, parecía no estar dispuesto a tener conversación alguna con él- ¿No hablarás pese al mes que dedicaste en esta inútil cacería? –preguntó Mu.

-Han sido dos semanas, no un mes –fue la respuesta de Shura, quien salió de la niebla, con su brazo listo y afilado-. Pero el tiempo, es indistinto, yo te habría encontrado sin importar el tiempo que pasara, ni los trucos mentales que utilizaras. Las ilusiones que creaste para mantenerme perdido entre la niebla, me tienen sin cuidado –llegó Shura ante Mu, quien continuaba sentado frente a la Armadura Dorada de Aries, en la pose de loto. El de Capricornio por su parte, apuntó su brazo en dirección a Mu-. Preferiría que te defendieras antes de asesinarte –comentó Shura con molestia.

-Y yo preferiría que fueras más silencioso… -le espetó Mu, ligeramente molesto. Shura alzó una ceja en señal de curiosidad, pero la misma fue resuelta cuando escuchó el llanto de un bebé, proveniente de los interiores de la estructura detrás de Mu-. Sé que vienes a asesinarme por el supuesto hurto de la Armadura Dorada de Aries. Sé también que sin importar lo que diga, como el Caballero Dorado más leal al servicio de Athena, no te rendirás hasta regresar al Santuario con la Armadura Dorada de Aries –agregó Mu, con una tranquilidad inmensa aun cuando un asesino se presentaba frente a él-. Sin embargo, no puedo regresarte la Armadura de Aries, y tampoco puedo morir todavía. Necesito la Armadura Dorada, para encontrar a mis Hermanos de Cosmos… y necesito seguir con vida, por él… -le explicó Mu, aún con la mano de Shura apuntándole al cuello-. Aunque me ataques a esta distancia, no podrás cortarme la cabeza. ¿Sabes lo que ocurrirá si dos Caballeros Dorados se enfrentan? –preguntó Mu desafiante.

-La Batalla de los 1,000 días… interesante, tienes un sentido del humor peculiar, ya que no te considero un Caballero Dorado –enunció Shura, aunque Mu se mantuvo firme ante él-. Además… no he recibido una orden de asesinarte… y pese a que estoy molesto de que me hayas forzado a perseguirte desde Estados Unidos hasta aquí… no mato por placer, no me importa que todos quieran usar el nombre de Assassin para insistir que soy un demonio… así que prosigamos con las negociaciones… la armadura… -amenazó Shura.

-Soy un Caballero Dorado, discípulo del Patriarca Shion. El que Aioros, el actual Patriarca, no me haya declarado como tal, es porque necesito cometer un crimen, antes de unirme a la Orden de Athena –le explicó Mu, y aunque Shura comenzaba a perder la paciencia, aquello le llamó la atención, por lo que Shura bajó su brazo, y esperó, aunque el llanto del bebé dentro de la Torre de Jamir, le impedía concentrarse-. El trabajo de un Patriarca, es el de estar siempre un paso por delante de las circunstancias. Shion vio en las estrellas que Aioros no podría predecir lo que se avecina, ya que un Dios Primordial le impide ver al futuro. Este Dios Primordial pronto atacará el Santuario, y si el Santuario quiere tener una posibilidad, aunque sea mínima, de sobrevivir a lo que viene, necesita, forzosamente, de que yo cometa este crimen. Es por esto, y por el bebé dentro de esa torre, el que no me moveré de Jamir, ni yo, ni esta Armadura Dorada –insistió Mu, mientras Shura perdía la paciencia-. Pero puedo hacer un trato contigo para demostrar mi buena fe. Según Shion, quien compartió varias visiones del futuro conmigo el ultimo día que lo vi con vida, hoy, en aproximadamente una hora, una invasora llegará al Santuario… una invasora, que acabará con la vida de la mitad de los Caballeros Dorados, a menos que tú, despiertes al Santuario con tu luz y le cortes sus alas. Como te he dicho, Aioros está ciego a la Visión del Futuro, si no lo descubres tú, nadie lo hará, y será demasiado tarde para que la Barrera del Santuario se encienda –le explicó Mu.

-Parece que tienes conocimientos muy importantes sobre el Santuario –lo encaró Shura fijamente-. Pero, aunque te creyera, ni siquiera con un salto de cosmos llegaría a tiempo al Santuario en lo que transcurre una hora. Además de que no tengo razones para creerte –le espetó Shura con molestia.

-No… no las tienes… -aceptó Mu-. ¿Pero te arriesgarías a que esté diciendo la verdad, y a equivocarte por no creerme? –le preguntó Mu- Lo único que sabes de mí, es que soy un Muviano, que robé la Armadura de Aries, y que tengo el poder para defenderme –prosiguió Mu, y Shura asintió-. No tienes por qué creer que Shion fue mi maestro, o que miró al futuro advirtiéndome algunas cosas. Ni siquiera tiene por qué importante que detrás de mí, dentro de esa torre, un bebé que no sobrevivirá sin mí, ya que perdió a su madre en el parto que le dio la vida, sobreviva al hambre que en estos momentos lo ha despertado. Podría estar mintiendo, pero, ¿y si no estoy mintiendo? ¿Arriesgarías a Athena? –le preguntó, y la respuesta de Shura, fue un gruñido- Usando mi tele transportación, puedo hacerte llegar al Santuario, casi al instante. Pero no puedo permitirte llevar la Armadura Dorada de Aries, la necesito para mi crimen, un crimen en el nombre de Athena –le explicó Mu, y Shura, se mantuvo pensativo.

-Extrañamente… en tus ojos no veo maldad… -lo miró fijamente Shura, aún sin estar convencido del todo-. Si descubro que me has mentido… realmente vas a enterarte del porqué de mi apodo de Assassin. Y no importará en qué rincón del mundo te ocultes, yo voy a encontrarte… -lo amenazó Shura, y Mu asintió, comprendiéndolo-. Ahora, veamos esa tele transportación de la cual presumes. Pero entérate que, si intentas matarme, no vas a conseguirlo –lo amenazó.

-No me quedan dudas… tú no puedes ser mi Hermano de Cosmos… -le respondió Mu, incorporándose, aunque extrañamente sonriente-. Pero como compañero Caballero Dorado, tienes toda mi admiración… ve y salva a Athena… -posó su mano Mu sobre el hombro de Shura, y en un abrir y cerrar de ojos, Shura desapareció.

Grecia. El Santuario. Templo del Patriarca.

-¿Shura? –exclamó Aioros, despertando en su cuarto, y despertando también a Yoshiko, quien dormía a su lado. Era avanzada la noche, y el Patriarca había estado profundamente dormido, al menos hasta el momento en que sintió aparecer de improviso un cosmos dorado, el cosmos de Shura de Capricornio.

-¿Amor? –preguntó Yoshiko, sumamente cansada, y colgada del brazo de Aioros, intentando conciliar el sueño- ¿Qué ocurre? ¿Por qué mencionas el nombre de alguien que no es tu esposa mientras duermes? De un hombre además… -se fastidió Yoshiko, despertando sus sentidos tras aquella deducción, y mirando a Aioros con molestia.

-El cosmos de Shura, simplemente se materializó de la nada –ignoró el comentario Aioros, mientras concentraba su cosmos, y lo extendía alrededor de las 12 Casas-. Es extraño… la última noticia que recibí de Shura, fue sobre que había conseguido acabar con aquel ladrón, pero que no había conseguido recuperar la Armadura de Aries. ¿Qué hace Shura de regreso en el Santuario y sin la Armadura de Aries? –se preguntaba Aioros, intentando ver a Shura con su cosmos, encontrándolo dentro del Templo de Aries, pero no estaba solo- Este cosmos. ¡Despierten Caballeros Dorados! ¡El Santuario está bajo ataque! ¡Reloj de Cronos escucha mi llamado! ¡Enciende tus flamas sagradas! –elevó su cosmos Aioros, estremeciendo el alma de Yoshiko por unos instantes, aunque Aioros no se percató de aquello, mientras nerviosamente intentaba despertar a los Caballeros Dorados.

-¿El Reloj de Cronos? –preguntó Yoshiko, sus ojos brillando de azul celeste, mientras Aioros se levantaba de su cama e iba a la habitación de al lado y comenzaba a vestirse- Había escuchado de ese maldito reloj… pero este sentimiento en mi alma… he sentido a Tártaros llamarme… -susurró Yoshiko, Aioros se viró para verla, pero su esposa había recuperado sus ojos normales nuevamente-. Aioros… ¿qué está pasando? –preguntó Yoshiko aterrada.

-No lo sé… no sentí un cosmos amenazante –le comentó Aioros preocupado, y sin dejar de incinerar su cosmos-. Pero en estos momentos, hay alguien en la Casa de Aries junto a Shura. Y pese a que este cosmos no es maligno, ha invadido los territorios de las 12 Casas –le explicó Aioros, saliendo de la habitación, vistiendo ya su túnica sagrada.

Casa de Escorpio.

-¡Aioria! –resonó la voz de Milo, quien salió en ese momento de su habitación, despertando a Saori quien dormía en la habitación de al lado, quien salió asustada a ver lo que estaba pasando, y apenándose sobremanera de encontrar a Milo en el pasillo sin camisa, y volviéndose a apenar cuando Aioria salió también sin camisa de la habitación de invitados al lado- ¿Lo sentiste? Tu hermano encendió el Reloj de Cronos –elevó su cosmos Milo, y desde dentro de su habitación, la Armadura de Escorpio estalló, vistiendo a Milo de dorado.

-Lo sentí –le respondió Aioria-. Pero no lo entiendo, no siento un cosmos maligno… espera, ¿ese es Shura? –se preguntó Aioria, concentrando su cosmos al igual que Milo- Está en la Casa de Aries… pero no está solo… alguien invadió el Santuario, pero es extraño, Milo… este cosmos, no es maligno… en realidad se siente… -comenzó Aioria preocupado.

-Divino… -respondió Milo, mordiéndose los labios con intriga-. ¿Acaso estamos siendo atacados por un dios? Si ese es el caso, ¿qué dios? ¿Y por qué su cosmos no se siente maligno? –se preguntaba Milo, pero no había tiempo para aquello, por lo que miró a Aioria con determinación-. Aioria. Olvida tu problema con tu escudera y regresa a tu casa. Este cosmos no será maligno, pero es inmenso –le comentó Milo, y Aioria asintió.

-No puedo creer que no nos hayamos dado cuenta de la presencia de un cosmos como este. Pero te lo aseguro, no pasará de mi casa, Milo -Aioria entonces corrió a su templo con el fin de defenderlo, pero se detuvo, y miró a la preocupada de Saori con una sonrisa-. Después regresaré para probar el té de Saori, no porque quiera verte -y sin decir más, Aioria subió al primer piso y salió del templo, reuniéndose con su Armadura Dorada que lo vistió. Milo intentó hacer lo mismo, más sintió que Saori le tomaba la mano y lo miraba con preocupación.

-Quédate aquí -Saori asintió, pero no se desprendió de la mano de Milo-. Mi deber es proteger mi templo, nada es más importante que mi deber a con el Santuario y a con Athena. Mi vida ni siquiera me pertenece, lo único que es importante es el deber –le recordó Milo.

-Pero… -comenzó Saori, y Milo rudamente le arrebató su mano y caminó al primer piso-. Señor Milo, tenga cuidado por favor -agregó Saori, y el pecho de Milo se calentó, como sintiendo un cosmos que lo invadía y lo protegía. Una gentil sonrisa se dibujó en su rostro, más no se atrevió a mirar a Saori, sino que continuó con su camino.

Casa de Aries.

-De modo que… el Muviano no mentía… -comenzó Shura, limpiándose el exceso de polvo de la armadura tras su no tan gentil aterrizaje en el Templo de Aries. Frente a él, se encontraba lo que parecía ser una mujer, evidente en sus facciones femeninas que eran visibles sin importar la capucha oscura que vestía, aunque aquello era todo lo que Shura podía distinguir, ya que tan solo intentar ver el rostro de aquella mujer le resultaba inútil. Debajo de la capucha, Shura únicamente podía ver lo que solo podría describirse como el espacio repleto de estrellas-. El Reloj de Cronos está encendido, lo que significa que Aioros ha activado la Barrera del Santuario, y que básicamente ese Muviano me utilizó de reloj despertador. Aunque, no puedo culparlo… tu cosmos… es demasiado gentil para pertenecer al cosmos de un invasor. ¿Quién eres? –preguntó Shura, preparando su brazo.

-No eres el guardián de Aries… -comentó la mujer, su voz escuchándose solemne, y aparentemente en un idioma bastante primitivo. Un idioma que Shura no hubiera comprendido de no ser por el cosmos, ya que era una lengua extinta-. Tú… fuiste bendecido por la gracia de Hermes… siento una inmensa lealtad en ti… -le comentó la mujer, aunque elevaba su cosmos de forma agresiva, un cosmos inmenso, que logró intimidar incluso a Shura-. Tú eres el Caballero Dorado de Capricornio… ese con el que no se puede razonar, ya que proteger a tu diosa, es lo único que importa… solo desperdiciaría mi tiempo hablando contigo –le comentó la mujer.

-¿Desperdiciar el tiempo? –sonrió Shura de forma arrogante- Es extraño, esa es precisamente la razón de que los Caballeros Dorados existamos –admitió Shura, mirando por las columnas del Templo de Aries, encontrando al Reloj de Cronos allí afuera-. Aunque, normalmente el Reloj de Cronos no se enciende al menos que quien nos invade sea un ser cuya alma no pertenece al Mundo Terrenal. En tu caso… probablemente el Patriarca solo lo encendió para activar la Barrera del Santuario lo antes que le fuera posible. Sea cual sea la razón… yo no suelo dejarme influenciar por eso que llaman, perder el tiempo… enfrento a mis enemigos, y los destruyo sin piedad, ya que jamás permitiré que nadie ponga un dedo encima en mi diosa, Athena –preparó su cosmos Shura, y comenzó a elevarlo lo más alto que podía.

-Esta lealtad… me resulta reconfortante –le respondió la mujer, su cosmos sobrepasando al de Shura casi sin esfuerzo alguno, lo que incomodó al de Capricornio, quien comenzó a sudar un tanto intimidado-. Pero, aunque el Reloj de Cronos pueda transportar mi alma de regreso al lugar al que pertenezco, 12 horas no serán suficientes para que su poder me lleve, Caballero Dorado de Capricornio, y si no son capaces de vencerme a mí, quien no soy ni siquiera una molestia en comparación con quienes vendrán por la cabeza de Athena, naturalmente he tomado la decisión correcta, al venir personalmente por la cabeza de Athena. Apártate, ¡o piérdete en el Océano de las Estrellas! –sin hacer un movimiento siquiera agresivo, la mujer mostró su mano, abrió la misma, y de esta se desprendió un torrente, como si se tratara de un chorro de agua repleto de estrellas, que impactó el cuerpo de Shura a una velocidad incalculable para el Caballero de Capricornio, que sintió su cuerpo ser presionado con fuerza, y las partículas en forma de estrellas traspasarle el cuerpo, aunque no rompían su Armadura Dorada, más bien el ataque parecía ser psicológico, y mantenía a Shura sintiendo que su cuerpo era perforado por miles de diminutas estrellas ardientes y dolorosas-. Pasaré por la Casa de Aries ahora, mientras vagas por las corrientes del espacio –aseguró la mujer, pasando al lado de Shura, quien inmediatamente la tomó del hombro-. ¿Estás consciente? –se impresionó la mujer.

-Eso ha sido… horrible… -comenzó Shura, escupiendo sangre mientras decía aquello, sangre caía también de sus lagrimales, su nariz y sus oídos, ya que, aunque el ataque no fuera físico, su mente se esforzó demasiado en resistirlo, causando bastantes hemorragias internas en todo su cuerpo, así como las que se presentaban fuera del mismo-. Supongo que es mi turno ahora. ¡Déjame mostrarte las estrellas! ¡Salto de Roca! –de un movimiento rápido, Shura saltó, colocó sus pies bajo las axilas de la mujer, y lanzó a la misma por los aires, en dirección al techo de la Casa de Aries, que fue perforado con el cuerpo de la mujer transformado en un cometa dorado- Soy el Caballero Dorado más leal de Athena, obviamente no me dejaría doblegar de un solo movimiento –flexionó sus rodillas Shura, y se lanzó a los cielos, como un cometa esmeralda que buscaba alcanzar al dorado, que dejó de subir al cielo, y estalló como si un par de alas de cosmos hubieran frenado el lanzamiento, que era justo lo que había ocurrido-. ¿Qué clase de invasora eres? –preguntó Shura, observando las alas que brillaban como si pudieran reflejar las galaxias, pero con su espada bien en alto- ¡Te cortaré esas alas! ¡Excalibur! –atacó Shura, la mujer en respuesta, forjó a una criatura inmensa con su cosmos, una especie de gigante de roca, que preparó su puño, y atacó a Shura, quien terminó siendo lanzado de regreso al Templo de Aries, donde quedó tendido en el suelo, inconsciente.

-Sin importar cuan alto eleves tu cosmos… jamás podrás compararte a los dioses, Caballero Dorado de Capricornio –comentó la mujer, más al terminar de enunciar aquello, sus alas se despedazaron, causándole a la mujer un terrible dolor, y a caer en dirección a la Casa de Aries, donde se dio un tremendo golpe, mientras observaba sus alas cayendo a sus costados, totalmente destrozadas y ensangrentadas-. ¿Cómo? Es solo un mortal… -se levantó la mujer, respiró, y se incorporó con tranquilidad, mientras sus alas se desintegraban-. Este mortal… aunque fuera tan solo por un segundo, logró herirme… realmente es un Caballero Dorado de una inmensa lealtad –se dijo a sí misma la mujer, llenando su mano de un cosmos inmenso y violeta, apuntando el mismo a Shura, quien estaba inconsciente, dispuesto a fulminarlo, pero en lugar de hacerlo, apagó su cosmos-. Vivirás, Capricornio… es tu recompensa por enfrentar a una diosa con semejante convicción –terminó ella, y comenzó a correr a la siguiente casa.

Templo del Patriarca.

-Una Titánide muy poderosa ha escapado del Tártaros para reclamar el alma de Athena –Aioros llegó ante la sala del trono del recinto del Patriarca, ya revestido en su túnica ceremonial, y con Yoshiko preocupada a su lado, quien lo observaba mortificada, mientras Aioros intentaba concentrar su cosmos y reconocer la identidad de la invasora-. He sentido este cosmos antes, y es precisamente gracias a esta familiaridad que la invasora pasó desapercibida por los Caballeros Dorados, ya que este cosmos, es muy similar al que desde la reencarnación de Athena, ha rodeado a las 12 Casas, es el cosmos de una Titánide, pero no de cualquier Titánide –prosiguió Aioros, saliendo del Templo del Patriarca, y mirando al Reloj de Cronos fijamente. En este brillaban las flamas de las 12 Casas con intensidad.

-¿Una Titánide? –preguntó Yoshiko, mirando a la Casa de Aries, que hasta hace unos instantes brillaba con un cosmos dorado, pero que terminó por apagarse tras la derrota de Shura- Según los escritos sagrados, los Titanes son los enemigos de los dioses, y poseen un poder inmenso. ¿Pueden los Caballeros Dorados levantarse contra los dioses? Sé que te he visto hacerlo antes, Aioros, pero era un Dios Egipcio –comentó Yoshiko preocupada.

-Los Dioses Griegos no son los más poderosos de todos –le comentó Aioros, sudando frío en señal de preocupación-. Pero si tuviera que elegir a quienes de entre todos los panteones, podría considerárseles los más poderosos, los Titanes como una estirpe conjunta fácilmente estarían al tope de la lista, de no ser por una tremenda debilidad. El Relámpago –le comentó Aioros, tranquilizando un poco a Yoshiko-. Además de que un Titán que ha logrado escapar del Tártaros, estaría sumamente débil y tomaría tiempo el que recuperara la fuerza total de su Dunamis –le explicó Aioros, usando un concepto que ni Yoshiko conocía-. El cosmos es la fuerza destructiva del universo, capaz de pulverizar los átomos y dar a sus manipuladores la capacidad de desafiar a los dioses. Pero el cosmos, es una fuerza solo de destrucción. Su forma superior, que es inaccesible a los mortales, es el Dunamis, el cosmos primordial en su forma definitiva. Superior incluso al Cosmos Divino, y perteneciente solamente a aquellos dioses que aún poseen su cuerpo original. El Dunamis, en su forma más pura, puede crear tanto como puede destruir. Si un Titán tras escapar del Tártaros pudiera recuperar su Dunamis, sería un ser invencible inclusive para Zeus, es por eso que el Reloj de Cronos es la herramienta más importante para combatirlos –le comentó Aioros, posando su atención al Reloj de Cronos.

-¿Por qué es el Reloj de Cronos tan importante? –preguntó Yoshiko, su vista buscando entre las sendas a la invasora, pero estaba demasiado lejos, y aún si lograba identificar la senda entre las casas de Aries y Tauro, no lograba divisar a la invasora.

-Dos razones principalmente –comenzó Aioros, determinado, y él sí siendo capaz de encontrar a la invasora por su vista mejorada-. Al activarse el Reloj de Cronos, se activa al mismo tiempo la Barrera del Santuario, que impide a los invasores el usar cualquier forma de transición física, al menos dentro de las sendas. Dentro de las 12 Casas, su poder no es tan grande –le comentó Aioros-. La otra de las razones es que, al término de las 12 horas, cualquiera que esté dentro de los límites de las 12 Casas y no pertenezca al Reino Terrenal, regresará al lugar de donde escapó. Los muertos regresan al Hades, los dioses a sus dominios, y los Titanes al Tártaros –ante aquello, Yoshiko, con uno de sus ojos brillando de azul, se mordió los labios con molestia.

-Eso podría ser problemático –admitió ella, realzando la curiosidad de Aioros, pero Yoshiko cerró sus ojos y movió su cabeza en negación, aunque se negó a abrir los mismos-. Me refiero a que, una fuerza así debería estar funcionando en todo momento –admitió ella.

-Si tan solo fuera tan sencillo –suspiró Aioros-. No solo al Reloj de Cronos le toma 12 horas el reunir la energía suficiente para poder expulsar a cualquier invasor al Santuario, sino que, una vez encendido… el reloj requiere al menos de un año más para poder volverse a utilizar –le explicó él, lo que aparentemente agradó bastante a Yoshiko- No es un artefacto que podamos usar a la ligera –admitió el Patriarca.

-¿Por qué encenderlo ahora entonces, si la invasora solo es una? –preguntó Yoshiko curiosa, y aún con sus ojos cerrados, lo que comenzaba a preocupar a Aioros, quien comenzó a acercarse a ella- ¿Qué ocurre? –preguntó Yoshiko, abriendo los ojos, y mostrándolos como Aioros los conocía, por lo que Aioros volvió a bajar la guardia.

-No es nada –admitió él, volviendo a posar su atención en el Reloj de Cronos, mientras Yoshiko sonreía, con sus ojos parpadeando de azul nuevamente-. La otra razón, es que la invasora al Santuario no ha escapado del Tártaros, y por lo tanto, cuenta con su Dunamis intacto… -le explicó Aioros, mirando en dirección a la Casa de Tauro esta vez-. Lo que significa que ella posee el poder de un Titán que ha recuperado toda su fuerza. Así que por más pura que sea esta Titánide, no podemos arriesgarnos. Debe regresar al Olimpo –agregó Aioros con determinación-. Una vez enviada al Olimpo, no podrá salir de allí en al menos un año. Ese es el temible poder del Reloj de Cronos, aunque, me sentiría más cómodo si fuéramos más Caballeros Dorados en las 12 Casas –terminó Aioros preocupado.

-¿Fuéramos? –susurró para sí misma Yoshiko, prestando atención a los movimientos de Aioros, y logrando ver un tenue cosmos dorado bajo su túnica- Ya veo… muy listo, Patriarca –agregó Yoshiko para sí misma, virándose, y retirándose-. Lo siento, Aioros, estoy algo preocupada, esto es demasiado para mí. Iré a mis aposentos, pero regresaré una vez que me tranquilice –exclamó Yoshiko, Aioros apenas le dirigió la mirada, y le permitió retirarse. Yoshiko prosiguió con su camino, una sonrisa malévola dibujada en su rostro, mientras sus ojos brillaban de un azul intenso-. Y yo que pensaba que la intervención de esa Titánide había alertado a los Caballeros Dorados de mis planes, pero, por el contrario, me ha ayudado a replantear mi estrategia –sonreía Yoshiko divertida, entrando en sus aposentos, y mirándose al espejo-. Aioros me repelió en las ruinas de Asúan, desde entonces sé que los Caballeros Dorados son más poderosos de lo que imaginaba, así que, todo se limita a ver qué tan lejos llegarás, Titánide traviesa. Ya derrotaste a uno de los Caballeros Dorados, pero Aioros tiene razón, posees un Dunamis, tal vez para un Titán recién despertado el resultado no sería el mismo. Así que esperemos, y observemos. ¿Qué sería mejor? ¿Atacar una vez que el Reloj de Cronos se apague, permitiendo la transición espacio temporal, y sin tener un límite de tiempo al Reloj de Cronos no estar cargado? ¿O esperar a que los Titanes recuperen la fuerza de sus Dunamis antes de atacar? El reloj seguiría siendo un obstáculo, pero tal vez, sea mejor esperar. En todo caso, es gracias a tu interferencia, que lograré elegir la mejor estrategia, Diosa del Cosmos –se burló Yoshiko, sumamente divertida por lo que ocurría.

Casa de Tauro.

-Un invasor ha llegado a la Casa de Tauro, un invasor muy poderoso –mencionó Aldebarán en el Templo de Tauro, de brazos cruzados al término de las escaleras-. ¡La barrera del Santuario ya fue levantada por el Patriarca! Seas quien seas deberás invadir las 12 Casas si quieres llegar al recinto sagrado, y yo, Aldebarán de Tauro, seré tu siguiente oponente –bufó el de Tauro.

-El cosmos de Hera protege tu armadura… representas al Toro de Creta… el toro que Hera utilizó para intentar asesinar al hijo de Zeus, Heracles… -la invasora que vestía una capa negra alrededor de su cuerpo mencionó mientras observaba al Caballero Dorado de Tauro tan imponente como siempre-. Percibo el odio de Hera en tu cosmos, pero no importa, tu cosmos, aunque alimentado por Hera quien me odia con todo su ser, no es suficiente para rivalizar al mío. Apártate, o serás asesinado –procuró la invasora, avanzando sin temor alguno.

-¡JA JA JA JA! -se burló Aldebarán- Mujer, estas muy equivocada si piensas que tu cosmos, aunque enorme en comparación al mío, me atemorizará lo suficiente para que me aparte de tu camino y te permita pasar por mi casa -aclaró Aldebarán-. ¡Yo sirvo a mi diosa Athena quien vive en el Santuario! ¡Y nada me impedirá que haga arder mi cosmos hasta detenerte! -el cosmos del Caballero Dorado de Tauro entonces estalló, avivado por la fuerza de Hera que se percató de la identidad de quien invadía el Templo de Tauro- ¡Gran Cuerno! -gritó Aldebarán sin siquiera mover sus brazos, pero logrando lanzar su poderoso cosmos contra la invasora, que colocó su mano desnuda frente al ataque de Aldebarán y lo detuvo sin dificultad- Parece que te subestimé. El próximo ataque será más poderoso que este –sonrió el de Tauro divertido.

-No habrá un próximo ataque. No puedo permitirme perder tiempo -la mujer entonces sintió un cosmos atravesar su alma, y miró mientras su rostro permanecía escondido dentro de su capucha, el cómo el reloj del Santuario perdía la primera de sus flamas-. ¿Cronos? -susurró.

-Tiago realmente, aunque todos me conozcan como Aldebarán. ¡Gran Cuerno! –agregó Aldebarán aprovechando la distracción de la Titánide, y logrando derribarla momentáneamente-. Cuando Zeus y sus hermanos aprisionaron a Cronos y a los Titanes en el Tártaros, Zeus le arrebató a Cronos parte de su poder e irguió en el Santuario el Reloj de Cronos -explicó el de Tauro-. Si el Patriarca lo ha encendido, eso significa que no perteneces al Mundo Terrenal. Lo que significa que en 12 horas regresas de donde saliste. Aunque no solo perdiste tus alas en contra de Shura, sino también tu primera hora -Aldebarán entonces dejó su defensa aun lado, para dedicarse a la ofensiva-. El que Aioros encendiera el reloj ya me había convencido de que debo de tener cuidado contigo, aunque no se me conoce por ser muy contundente aún con ese tipo de advertencias. Pero cuando venciste a Shura tan fácilmente, me convencí de tornarme serio. Hasta aquí llegaste, bonita, te voy a machacar. ¡Brazo de Hiero! -gritó Aldebarán, y lanzó el poder de su cosmos de su brazo derecho, el cual la invasora una vez más detuvo con su mano desnuda- ¿Quién eres? ¿Cómo puedes tener tanto poder? -preguntó Aldebarán divertido.

-Soy alguien que fue tan cercano a Zeus que Hera por siempre me ha dedicado su odio a mí y a todos mis hijos. Soy alguien a quien deberías alabar. Soy una diosa más antigua que tu señora Athena, una Titánide -Aldebarán lo comprendió y retrocedió un paso, siendo víctima de la sorpresa. Pero pronto recobró su postura de batalla, y elevó su cosmos con furia-. ¿Piensas seguir defendiendo a tu diosa al saber esto? Los humanos no pueden luchar contra los dioses, pero por siempre admiraré su valor. Solo por eso, te perdonaré la vida. ¡Colosus! -gritó la invasora, el cosmos de un Coloso gigante de color morado se dibujó tras de ella.

-¡Gran Cuerno! -gritó Aldebarán al lanzarse contra la invasora, recibiendo con su cuerpo el golpe del Coloso, que lo tomó de los cuernos y después lo pateó lejos de ella. La invasora era tremendamente fuerte, y Aldebarán estaba más que sorprendido- ¿Acaso realmente eres una Titánide? ¿Si eres quien dices ser, entonces porque quieres la cabeza de Athena? –preguntó él.

-No comprenderías el amor que ciento por Athena, Aldebarán de Tauro -agregó la invasora-. Mi amor por ella es tan grande, que prefiero ahorrarle el sufrimiento que está por venir. La tragedia que golpeará a este mundo es implacable. Athena estará más segura en el Hades con su tío, que encerrada en el Tártaros por los Titanes -pero Aldebarán, pese a la explicación, se abalanzó sobre la invasora-. No lo entiendes. Yo tengo tanto poder como los Dioses del Olimpo, e incluso yo soy incapaz de derrotar a los Titanes. Ni tú, ni nadie en el Santuario, tiene el poder necesario para vencer a los invasores que pronto vendrán a este mundo a destronar a los Dioses Olímpicos y a buscar el poder de las Armaduras Doradas -antes de que llegara Aldebarán, la invasora convocó el poder de su cosmos-. ¡Colosus! -gritó, y el Coloso, inmenso, de un tamaño descomunal como el cosmos de la mujer, derrotó a Aldebarán de Tauro de un tremendo golpe que lo enterró profundo y debajo del Templo de Tauro- Vive si así lo deseas, valeroso guerrero, y se testigo del cambio de dominios de la Tierra –la Titánide entonces corrió a la siguiente casa.

Casa de Acuario.

-Primero a Shura, y ahora a Aldebarán –en la Casa de Acuario, Camus mantenía vigilancia desde su templo, con una sumamente preocupada Mii a su lado, y con sus manos pegadas al pecho en forma de plegaria, mientras miraba en dirección a la Casa de Escorpio, conociendo un secreto que ni la misma Saori conocía-. No se me conoce por ser muy atento a los sentimientos ajenos… pero… no debes temer. Aún si la invasora parece tener la ventaja, no hay forma de que llegue al Templo del Patriarca, y ante Athena –le explicaba Camus.

-¿Cree que llegarán a la Casa de Escorpio? –preguntó Mii preocupada, lo que Camus encontró curioso- Dentro de esa casa… sé que Athena es lo más importante… pero… allí abajo está mi mejor amiga, el ser más importante para mí –lloró Mii en su preocupación.

-Todos somos desechables si se trata del bienestar de Athena –fue la respuesta de Camus, misma que escandalizó a Mii, quien no sabía si continuar guardando el secreto que había jurado no revelar, o decirle la verdad a Camus por lograr salvar la vida de la persona más importante en todo el Santuario. Camus miró a Mii con curiosidad, en su frialdad se decía que demostrar emoción ante cualquiera era una pérdida de tiempo, pero en realidad él también estaba preocupado por cierta persona en el Templo de Escorpio-. Descuida… -comentó Camus, ganando la atención de Mii-. Milo jamás permitiría que hirieran a quienes le importan… y a Milo… le importa demasiado su Escudera… más de lo que incluso yo hubiera pensado –le comentó él-. Es por eso que sé que, sin importar la fuerza de esta invasora, no llegará ante Athena. Ni Milo ni yo lo permitiríamos, además… de que quien la enfrentará ahora, es quien yo pienso es el Caballero Dorado más poderoso de todos –finalizó Camus, con su vista posada en la Tercera Casa.

Casa de Géminis.

A las afueras de la Casa de Géminis y sobre las escalinatas, Saga, el Caballero Dorado que protegía la Tercera Casa, miró a la invasora salir del Templo de Tauro y correr en encuentro con el suyo. Menos de una hora fue lo que Aldebarán logró retener a la invasora, y está ya había llegado ante la Tercera Casa con la flama de Tauro aún encendida. Era más que evidente que la invasora llevaba una tremenda ventaja.

-Ni con todo mi poder, podría contener a alguien con un cosmos tan grande -admitió Saga de Géminis mientras sentía el pesar del cosmos de quien invadía las 12 Casas-. Si incremento mi cosmos hasta el infinito. ¿Podría desafiar a alguien que posee el poder de un dios? -se preguntó a sí mismo. Una gran determinación se dibujaba en su rostro- Como Caballero de Athena, no puedo arriesgarme a tal pensamiento. Podría intentar enfrentar a esta diosa que ataca el Santuario. Pero por Athena, mi deber principal es protegerla y consumir el tiempo que sea necesario. ¡Laberinto de Géminis! -lanzó la fuerza de su cosmos Saga, y las dimensiones alrededor del Templo de Géminis se distorsionaron hasta que el templo se oscureció bajo un cosmos roji*zo, y casi infinito. Y cuando la Titánide por fin llegó al Tercer Templo, fue sorprendida por el cosmos, más no dudó al entrar dentro de la Casa de Géminis.

-El Templo de Géminis es protegido por el guardián con la armadura alimentada por el cosmos de Deméter, la Diosa de la Cosecha cuya hija Perséfone, esposa de Hades, debe permanecer medio año en el Hades al lado de su esposo -habló la invasora, y se percató de los efectos del laberinto al no encontrar un guardián en el Templo de Géminis, y vagar por unos minutos sin encontrar la salida del templo-. Así como el corazón de Deméter es jovial y lleno de amor y compasión cuando está frente a su hija Perséfone, y trae consigo la primavera y el verano, el corazón de Deméter también se marchita, y trae consigo el otoño y el invierno durante los meses que su hija va al Hades -concluyó su explicación la invasora, y se detuvo en medio del laberinto-. Siento en tu ser las mismas dudas. Un corazón valeroso y honorable al lado de un corazón marchito y decadente. Tienes el potencial de ser un gran guerrero, o un oscuro demonio –miró la invasora al techo, como sabiendo exactamente el lugar donde Saga se ocultaba.

-Tus palabras me tienen sin cuidado, invasora -agregó Saga, y su Armadura Dorada vacía apareció frente a ella-. No saldrás de mi casa, vagarás eternamente por los pasillos del Laberinto de Géminis –le apuntó la armadura vacía.

-No puedo ser derrotada por tu cosmos tan insignificante -la Titánide lanzó su cosmos contra la Armadura de Géminis y la forzó a retroceder-. No me hagas perder más el tiempo, humano. La barrera del Santuario solo me obliga a pasar por las 12 Casas porque es el cosmos del Titán más poderoso, Cronos, quien me restringe. Lidiar con ustedes Caballeros Dorados, es solo una casualidad forzada por el cosmos del Rey de los Titanes -el laberinto entonces comenzó a despedazarse por la presión del cosmos de la Titánide.

-No importa cómo. Debo mantenerte en esta casa. ¡Si he de morir intentándolo, así lo haré! ¡Mi sentido de la justicia es más grande que el de cualquier otro Caballero Dorado! -la armadura entonces extendió sus brazos, y reunió una energía violeta y en forma de redes de pesca que se extendieron como una esfera en sus manos-. ¡La Otra Dimensión! -gritó la armadura, y envió a la invasora entre las dimensiones.

-Tu cosmos es terrible, pero no infinito. ¡Colosus! -gritó la Titánide, su cosmos violeta se volvió un gigante con armadura griega. Que con sus brazos empujó cada una de las paredes de las dimensiones en las que Saga intentaba apresarla, evitando así ser lanzada dentro del vacío.

-¡Imposible! ¡Su cosmos se aferra a las paredes de las dimensiones! ¿Qué ser es capaz de resistir las dimensiones? -el Coloso entonces fracturó las paredes dimensionales y se libró del ataque del Caballero de Géminis- Si no puedo enviarte a otra dimensión, te destruiré en esta -la armadura entonces se rompió en sus componentes, y vistió a Saga, que bajó del oscurecido techo vistiendo la armadura-. Recibirás este ataque de mis propios puños. ¡Explosión de Galaxias! -el universo fue dibujado en su cosmos. Era como ver a los planetas dirigirse a la Titánide, que simplemente destrozó la ilusión con un movimiento de su mano- ¿Quién eres? –agregó Saga sorprendido.

-Cosmos -mencionó la Titánide-. Yo soy quien creó el cosmos, por lo que sin importar cuanto levantes tus puños en mi contra, no puedo ser derrotada -a pesar de que la Titánide no fue lastimada por los ataques de Saga, sus prendas se rasgaron, y revelaron una armadura color obsidiana, tan negra como la noche, y que presumía los brillos de las estrellas del espacio y reflejaba el cosmos. Su capucha aún le cubría el rostro, pero el que vestía una armadura creada enteramente de cosmos era más que evidente, era intimidante-. Caballero que riges el poder de las galaxias, tengo sentimientos encontrados por tu postura ante Athena. Pero la intensidad de esta batalla me ha enseñado que como humano debes ser temido y respetado. Acabaré con tu vida… te convertiré en una nueva estrella en el firmamento. Así verás desde el cielo el destino de este mundo. ¡Asenso a las Estrellas! -nombró la Titánide su nuevo ataque, rodeando a Saga con su propio cosmos antes de lanzarlo al espacio en la forma de un cometa.

El laberinto entonces desapareció, y al ver el Reloj de Cronos, la Titánide se percató de que ya habían pasado 3 horas. La batalla en la Casa de Géminis fue tan intensa que no solo se distorsionaron las dimensiones, sino que, por un instante, se distorsionó el tiempo mismo.

-Increíble… este humano no solo recibió mi Asenso a las Estrellas… sino que elevó su cosmos hasta el infinito segundos antes de mi ataque, y me encerró en su templo por 3 horas. ¿Qué clase de mortales existen en el reino de Athena? -la Titánide vio la estrella estallar en mitad de su ascenso, y supo que Saga continuaba con vida y caía de regreso a su templo, pero ella no se quedaría para continuar con la batalla, y corrió en dirección al Templo de Cáncer.

Casa de Escorpio.

-¡Saga! –exclamó Milo una vez que vio el cometa elevarse desde la Casa de Géminis, y estallar en pleno vuelo. La luz dorada del cosmos de Saga brilló intensamente aún con el estallido del cometa, y cayó de regreso en la Casa de Géminis, y tras haberlo hecho, Milo elevó su cosmos, agradecido cuando sintió el cosmos de Saga aún encendido, aunque débil. Frente a Milo entonces, el laberinto de escaleras que había confundido las mentes de todos quienes lo observaban por 3 horas repletas de confusión, donde incluso el cielo y la tierra intercambiaron sus lugares, comenzó lentamente a regresar a la normalidad. El cosmos de Saga se había elevado tanto, que su laberinto acaparó a todo el Santuario. Incluso Saori se mostraba mareada, aunque a pesar de todo lo ocurrido, se aferraba a la cintura de Milo con fuerza- Saga continúa con vida… aunque es inquietante el que lo hayan doblegado de esta manera… -cerró sus manos Milo en puños, pero se tranquilizó para posar su atención en Saori-. Pero, a pesar del poder de Saga… de alguna manera encontraste el camino a través de su laberinto hasta llegar a mí. Saori, no eres una humana ordinaria -agregó Milo, y la niña tan solo lloró desconsoladamente y lo abrazó con mayor fuerza-. Es increíble… si fuiste capaz de encontrar tu camino desde los pisos inferiores hasta aquí… tu cosmos debió sobrepasar al de Saga –concluyó Milo.

-¿Cosmos? -preguntó Saori sin entender las palabras de Milo, quien simplemente no podía creer que Saori desconociera lo que era el cosmos. Pero igual le secó las lágrimas y la ayudó a sentarse sobre las escaleras del templo, mientras la ilusión de Saga desaparecía por completo.

-El cosmos es la fuerza del universo. La fuerza que existe en el interior de todos los seres humanos y que da vida -comenzó con su explicación Milo-. El cosmos existe dentro de todos nosotros, pero solo los caballeros han aprendido a usar ese cosmos, y con él, pueden crear milagros -Saori asintió, tratando de comprender las palabras de Milo-. El cosmos nos une a todos en el universo. Cada cosmos es distinto, pero forma parte de un todo. Saori… en ti puedo sentir un cosmos muy cálido… y eso es algo difícil de creer. Ni siquiera Camus desarrolló un cosmos tan alto como el tuyo a tan temprana edad –le sonrió Milo, intentando tranquilizarla.

-Camus tiene el cosmos muy frio -Milo asintió a las palabras de Saori-. Aioria tiene un cosmos agresivo y valiente… y el señor Milo tiene un cosmos muy relajante -aunque aquella descripción de su cosmos logró sorprenderlo-. Así que esto es el cosmos… la persona que invadió el Santuario no parece ser una persona mala –le comentó ella curiosa.

-¿Puedes sentirla? -preguntó Milo, y Saori asintió- Eres increíble… pero es verdad. El cosmos de esta invasora no se siente agresivo o maligno. Más bien se siente desesperado, impaciente, y temeroso. ¿Cómo puede alguien así invadir las 12 Casas y derrotar a 3 de los Caballeros Dorados? -Milo entonces sintió que Saori le tomaba la mano- ¿Qué ocurre? –preguntó.

-Hay un cosmos que me da mucho miedo -agregó Saori, y Milo observó la Casa de Cáncer brillar con flamas azules y agresivas-. Es un cosmos frio y sin corazón. Es oscuro y lleno de odio -continuó Saori temerosa.

-La Casa de Cáncer es protegida por un hombre llamado Mephisto… pero, este hombre no se conoce a sí mismo como Mephisto. Hace tiempo abandonó su nombre por uno que representa al cosmos que sientes -explicó Milo, y miró al Templo de Cáncer fijamente-. Su nombre, es Máscara Mortal –terminó él, mientras la Titánide, entraba en la cuarta casa.

Casa de Cáncer

-Este cosmos… Hades se enorgullecería de un cosmos tan oscuro y vil como el que ahora trata de invadir mi cuerpo -la invasora mencionó, y observó a las flamas azules que rodeaban la Casa de Cáncer arremolinarse a su alrededor. Eran estas las almas perdidas de muchos quienes fueron asesinados por Máscara Mortal.

-¡Bienvenida al Hades! –Máscara Mortal de Cáncer habló. Se encontraba parado en medio de las flamas, y su templo, a pesar de que afuera comenzaba a amanecer, estaba ensombrecido por las fuerzas que desataba su cosmos. Era como si la noche cayera permanentemente en la Casa de Cáncer- He sentido tu cosmos, invasora, y sé que tienes un cosmos muy poderoso. Pero tu cosmos no me interesa en lo más mínimo, tu rostro es lo que deseo ver –le apuntó él divertido.

-¿Mi rostro? -preguntó la Titánide, y entonces observó las paredes del templo rodeadas de rostros de todos aquellos a quienes el Caballero de Cáncer había asesinado brutalmente, ganándose el nombre de Máscara Mortal- Repugnante humano. Jamás pensé llegar a odiar a uno de los tuyos. Pero tú me repugnas –apuntó ella.

-No me importa ser juzgado. La única opinión que cuenta es la mía. Soy la representación absoluta de fuerza, no existe nada más que la fuerza. ¿Acaso los dioses en la antigüedad no exigían sacrificios? -la mujer se sintió disgustada y enferma por la mentalidad de Máscara Mortal- Todos estos que vez, mujeres y niños incluso, son los sacrificios que yo he exigido. Son un símbolo de mi fuerza, así que te lo pediré nuevamente… muéstrame tu rostro –sentenció.

-No tengo por qué cumplir tu deseo, pero si mi rostro puede imprimirse en tu mente como un trofeo que no has podido reclamar, entonces ese será un castigo peor que la muerte para un sirviente de Hades -la Titánide se quitó la capucha solo hasta donde se podía observar su rostro. El rostro de la mujer era hermoso, y sus delicados labios estaban pintados de un color violeta, pero sus ojos reflejaban el vacío del espacio, conteniendo destellos de luz, como si una galaxia en espiral se reflejara en ellos.

-Es un bello rostro -agregó Mephisto, y una sonrisa malévola se dibujó en sus labios-. Es una lástima que tenga que arrancarlo de tu cadáver. ¡JA JA JA JA! -se encendió el cosmos de Mephisto violentamente, y a pesar de lo insignificante que era su cosmos para la invasora, sus ojos repletos de cosmos casi reflejaban miedo- No te voy a subestimar, mi trofeo. Si has llegado tan lejos, eso solo significa que debo ser decisivo y violento desde el principio. ¡Ondas Infernales de Hades! -de su dedo se desprendieron las energías del infierno griego en la forma de un espiral de luz entre violeta y rojo carmesí. El espiral logró impactar a la invasora, y ambos fueron transportados al Yomutsu Hirasaka, la puerta al Inframundo- Tu alma me pertenece. ¡JA JA JA JA! -mencionó Máscara Mortal a momento que llegaban al Inframundo y eran rodeados por las almas de los muertos.

-¡Blasfemo! ¡Mi alma no puede poseerse! -la Titánide gritó con ira, y Máscara Mortal sintió la fuerza del cosmos de la Titánide encenderse violentamente- ¡No volveré a ser aprisionada! ¡Hades no volverá a poseer mi alma! ¡El Tártaros no volverá a ser mi hogar! ¡Su oscuridad no puede aprisionarme! -los espectros del Yomutsu Hirasaka incluso reaccionaron ante el cosmos de la furiosa Titánide, y se alejaron de los combatientes- Matarte es mi deseo, alimentas mi odio y desencadenas mi furia Titánica que por siempre ha sido apaciguada por mi amor por los humanos. ¡Pero ya no más! ¡Con o sin la protección de Hades! ¡Acabaré con tu vida! ¡Ascenso a las Estrellas! -gritó con ira la Titánide, rodeando a Mephisto con su aplastante cosmos, y lanzándolo hasta la cima del Inframundo, seguido por la Titánide que volaba a su lado por el impulso de su salto, mientras el Coloso crecía alrededor de su cuerpo y se preparaba para impactar a Máscara Mortal, que se sorprendió al ver no solo a la Titánide furiosa e intentando asesinarlo, pero a Atlas, el Titán condenado a cargar a la Tierra en sus hombros desde el Hades.

-¡Nos acercamos a la barrera del Hades! ¡Si chocamos con ella, ambos seremos pulverizados! -habló Máscara Mortal, mientras la Titánide preparaba su puño para asesinar a Mephisto- Me he divertido. Tu rostro hubiera sido una gran adición a mi templo, pero. ¡No te daré el placer de tomar el mío! ¡Liberación de las Almas! ¡JA JA JA JA! -gritó Mephisto, y ambos desaparecieron del Hades antes de estrellarse con la barrera del mundo de los muertos, y regresaron al Templo de Cáncer. La Titánide estaba en shock- Solo nuestras almas combatieron en el Hades, y solo yo puedo abrir y cerrar las puertas a mi antojo. Si hubiera perdido mi alma en el Hades, habría perdido cualquier oportunidad de renacer. Es por esto que nos liberé a ambos –agregó orgulloso.

-¿¡Y esperas que te perdone por mostrarme el Hades!? -gritó la Titánide, pero Mephisto simplemente se burló de ella- Me repugnas, humano. Por despedazar tu alma yo lo sacrificaría todo -aseguró la Titánide.

-¿Qué hay del tiempo? -mencionó Máscara Mortal, y apuntó al Reloj de Cronos, donde la flama del Templo de Leo se extinguía- Mi vida por tu tiempo, Titánide. No le he jurado mi lealtad a Athena, y probablemente jamás lo haga. Tan solo me importa volverme más fuerte. Y para esto debo vivir. Te ofrezco a mi diosa a cambio de mi vida. De lo contrario, volveremos a Hades y veremos qué tan extenso es o no mi poder –amenazó él, muy seguro de sí mismo.

-¿Sacrificarías a tu diosa por tu propia vida? -Mephisto asintió sin dudarlo- Eres el ser más repulsivo que existe, pero ni yo me atrevo a arriesgarme a volver al Hades. Disfruta de tu miserable existencia, humano, esta llegará a su fin algún día, y le responderás al mismísimo Hades a quien tu armadura sirve -le apuntó ella iracunda.

-¡JA JA JA JA! ¡El día en que yo muera! ¡Seré el primero en los ejércitos de Hades! ¿Qué importa Athena cuando mi alma está condenada al Hades? ¡Es Hades a quien pertenece mi alma! ¡Y cuando muera, seré un orgulloso Espectro en sus ejércitos! -y la Titánide, repugnada, corrió fuera del Santuario y en busca de la Casa de Leo.

Casa de Escorpio.

-¡Máscara Mortal! ¡Ese maldito nos ha traicionado! -habló Milo con molestia al percatarse gracias a su cosmos, de algunos de los eventos ocurridos dentro de la Casa de Cáncer. Pero más que nada lo que levantaba sus sospechas de una traición, era que el cosmos de Mephisto, a diferencia de los débiles cosmos de Aldebarán, Saga y Shura tras sus respectivas batallas, era más grande y sombrío que el de sus compañeros derrotados- ¡Esa invasora se dirige a la Casa de Leo! ¡Aioria apenas recibió la Armadura del León Dorado! ¡No tiene oportunidad! -Milo estuvo a punto de dejar su puesto con la finalidad de ir en auxilio de su rival. Más su deber era lo más importante para el Caballero del Escorpión Celestial, y ese deber le impedía ir al encuentro de su compañero- ¡Aioria! ¡No te atrevas a morir! -gritó Milo con fuerza, y Saori, al ver eso, no pudo evitar el sentir que una sonrisa se escapaba de sus labios. Milo comenzaba a dejar atrás su soledad, y a aceptar a sus compañeros.

-¡No te rindas, Aioria! ¡Tú puedes! -comenzó a gritar Saori, esperanzada en que sus gritos llegaran hasta el Templo de Leo. Y Milo, aunque un tanto avergonzado, no pudo evitar sonreír- ¡Se fuerte! ¡Demuestra el poderoso cosmos del León Dorado! –continuó ella.

Casa de Leo.

-Ese par… no tienen remedio… -agregó Aioria desde su templo, y con la pequeña Escudera, Lithos, frente a él y apenada, mientras el de Leo escuchaba los gritos venir desde el Templo de Escorpio a 3 Casas Zodiacales de distancia, no gracias a la intensidad de sus voces, pero si por el poder del cosmos de ambos que se encargó de entregar el mensaje-. El que Milo me dé ánimos es tanto halagador como repugnante -confesó Aioria. Más él también sonreía-. Muy bien, Milo… no puedo perder… este León tiene sus colmillos bien afilados. Lithos –se dirigió Aioria a la joven quien, desde la mañana del día anterior, y gracias a que el de Leo decidió pasar la noche en Escorpio que dirigirle la mirada tras su descubrimiento sobre su género, se mantenía entristecida e intimidada por las reacciones del dorado-. Si te quedas, no voy a poder concentrarme. Ve abajo y quédate en un lugar seguro –le pidió Aioria, por fin dirigiéndole la mirada.

-Pero mi señor Aioria -trató de hablar la joven, pero eso solo enrojeció el rostro de Aioria, víctima de la vergüenza, lo que deprimió a Lithos aún más-. Lo comprendo… solo soy una molestia… le daré su espacio, señor Aioria… -comenzó la chica, pasando a un lado de Aioria, quien suspiró, y colocó su mano sobre su cabeza. Deteniéndola.

-No eres una molestia, Lithos… -le comentó Aioria, ganando la atención de la pequeña-. Eres mi familia, y por más confundido que esté en estos momentos por… el hecho de que no eres un chico… -se sonrojó nuevamente Aioria, pero reaccionó con determinación en ese momento-. Sigues siendo una persona muy importante para mí… y no podré enfrentar a la invasora con todas mis fuerzas, mientras esté preocupado de herirte… ahora ve… -pidió Aioria, Lithos, conmovida, estuvo por hablar, cuando notó la mirada de Aioria posada sobre la entrada de su templo, y comprendió que la conversación se había terminado, por lo que reverenció, y corrió en dirección a los pisos inferiores.

-De todos los Caballeros Dorados a los que he enfrentado, tú eres el del cosmos más débil -agregó la Titánide desde la entrada el Templo de Leo, y mientras Aioria parecía rugir con ira-. Te lo advierto, humano. Hasta ahora no he tenido la desgracia de asesinar a ninguno de ustedes. Enfréntame, y puede que seas el primero… voy a pasar… -terminó por decir la diosa, pero Aioria se interpuso en su camino-. Athena debe de estar orgullosa por sus Caballeros Dorados que, en su mayoría, se atreven a desafiar a los dioses en honor a ella… más no es suficiente. Yo, una Titánide sin la bendición de Cronos, he llegado tan lejos. ¿Qué oportunidades tienen contra los otros 12 Titanes del mito cuando despierten? –preguntó ella con determinación.

-No puedo hablar por los otros Caballeros Dorados, pero por mi parte. ¡No me subestimes! ¡Plasma Relámpago! -gritó Aioria, y desprendió de su mano los relámpagos dorados de su ataque, mismos que impactaron a la diosa, la hirieron, y la lanzaron a la entrada del Templo de Leo con sus prendas hechas girones- ¡Mis colmillos están afilados y listos! –rugió el de Leo.

-El relámpago de Zeus… no puedo créelo, Zeus se atrevió a poner su relámpago en tu armadura… el único poder capaz de lastimar a los Titanes, y este humano de cosmos insignificante lo tiene… -la Titánide se quitó los restos de su capucha negra, y no solo reveló su armadura que brillaba como el cosmos, sino que también una larga y morada cabellera-. Zeus bendijo tu armadura con un gran poder… pero… a los Titanes… no podrás lastimarlos como has hecho conmigo. ¡Apártate! ¡No perderé más el tiempo contigo, mortal! –exigió la Titánide.

-¡Eso tú no lo decides! ¡Relámpago de Voltaje! -una esfera se desprendió del brazo de Aioria, y la Titánide no tuvo más opción que evadir el ataque que estalló cerca de ella y logró aturdirla- ¡Defiéndete! ¡Si en verdad eres una Titánide, demuéstramelo y defiéndete! ¡Mis colmillos jamás se rendirán ante nadie! –rugió furioso.

-Tu cosmos se eleva… siento su poder. Es intimidante, salvaje y espontaneo, pero al mismo tiempo, es enorme -la invasora confesó, y en sus manos convocó a la fuerza de su cosmos-. Un caballero como tú es algo especial y peligroso, en tus puños no solo están los colmillos del León Dorado, pero también la fuerza del relámpago -Aioria no dijo nada, tan solo elevó su cosmos-. Pero… tu armadura fue bendecida por Zeus… y Zeus, no puede matarme –para sorpresa de Aioria, la Armadura de Leo entonces se desprendió de su cuerpo por sí misma, sorprendiendo al Caballero Dorado y dejándolo vulnerable en cuerpo, aunque su espíritu fuera casi inquebrantable.

-¿Mi armadura? ¿Qué le ha pasado a mi armadura? ¡Ha abandonado mi cuerpo! ¿Acaso no soy digno? -la Titánide caminó en dirección a las afueras del templo, aprovechando que Aioria era víctima de una gran sorpresa.

-Aioria de Leo es tu nombre. ¿No es cierto? -Aioria la miró y preparó sus puños- Eres digno, probablemente más digno que cualquiera que vistiera tu armadura antes de ti. Pero, naciste en la época equivocada. Athena no está preparada para enfrentarse a los Titanes -Aioria intentó lanzar un puñetazo, pero los truenos de Zeus se negaban a acompañarlo en el combate-. Perdóname, Aioria… no podrás cumplir tu deseo de volverte fuerte y proteger a quienes más quieres. Ahora descansa, poderoso León Dorado… -y sin decir más, el Coloso se formó detrás de ella, y lanzó un puñetazo que destrozó el suelo, y hundió a Aioria cerca de donde Lithos oraba por él. El León Dorado había sido derrotado.

Casa de Escorpio.

-¿Aioria fue…? -comenzó Milo mientras sentía el débil cosmos de su rival- ¡Aioria! ¡Levántate! -gritó Milo iracundo, simplemente no lo podía creer- ¡Aioria! -pero la voluntad de Aioria fue quebrantada, cuando la invasora de alguna manera logró arrebatarle su armadura.

-¿Qué va a pasar ahora, señor Milo? -preguntó Saori, y Milo la miró fijamente- Tengo miedo -admitió la niña, pero Milo intentó tranquilizarla-. Señor Milo, vamos a estar bien. ¿Verdad? –preguntó Saori preocupada, mientras Milo le frotaba la cabeza para tranquilizarla.

-El próximo Caballero Dorado es el Caballero Dorado de Virgo. Shaka es el más cercano a los dioses. Si alguien tiene el poder de derrotar a una Titánide, ese es Shaka -Saori entonces asintió varias veces, confiando en las palabras de Milo.

Casa de Virgo.

-Este templo es hermoso -habló la Titánide mientras entraba en el Templo de Virgo. Pero no tenía tiempo que perder, la flama de Virgo se apagaba, y aún le faltaban la mitad de las casas-. ¿Vas a enfrentarme? -preguntó la Titánide al ver al Caballero de Virgo meditando en medio de la casa del mismo nombre.

-Mi corazón me dice que debería enfrentarte… pero mi cosmos me dice algo muy diferente… -fue la respuesta de Shaka, más no se había terminado-. Decidiré si enfrentarte o no una vez que respondas a mis preguntas: ¿Quién eres? ¿Por qué alguien con un cosmos tan gentil, se empeña tanto por lastimar a Athena? –preguntó sin romper la pose del loto.

-¿Lastimarla? -preguntó la Titánide de largo cabello morado- He venido a salvarla, no a lastimarla -Shaka se mostró curioso ante semejante respuesta, a pesar de que no abría sus ojos-. He predicho muchos males… por vez primera desde la Guerra de Troya de la era del mito, los 12 Caballeros Dorados están reunidos, tal vez no en el Santuario, pero el Brillo del Sol se propaga por toda la Tierra –le comentó la mujer.

-¿El Brillo del Sol en la Tierra? –preguntó Shaka, sin comprender a lo que la Titánide se refería, aunque teniendo una idea- Si se refiere a que las 12 Armaduras Doradas poseen portadores actualmente, puedo asegurarle que el Viejo Maestro, Dohko, el Caballero de Libra, no puede usar su armadura –le comentó Shaka tranquilamente-. Fuera de eso, no encuentro razón alguna de porque el que existan 12 portadores, sea preocupación para alguien tan gentil como usted. Le aseguro que Athena no es quien inicia las guerras –aseguró Shaka.

-El reunir a las 12 Armaduras Doradas es lo que inicia las guerras, Caballero de Virgo –le espetó la mujer con determinación-. El que una de las Armaduras Doradas no tenga portador, no significa que no brille en resonancia con las demás. Reunirlas iniciará una guerra –le explicó ella.

-Curiosa forma de ver las cosas, ya que no reunirlas de cualquier forma detona en guerras –le respondió Shaka con tranquilidad-. Haga algo Athena o no, los dioses siempre encontrarán la forma de hacerle la guerra. El que los dioses consideren que se reúnan las 12 Armaduras Doradas como una afrenta, está en ellos –fue la respuesta de Shaka, cuyo cosmos comenzaba a tornarse agresivo-. Pero esta charla continúa sin darme respuesta. Diosa o no, me temo que he de repetirme una última vez, y de no recibir la respuesta que busco, tendré que cumplir con el deber que se me ha encomendado. ¿Quién es usted? -insistió Shaka.

-Prudencia y Perfidia -fue la respuesta de la Titánide, misma que forzó a Shaka a abrir sus ojos sorprendido, causando un estallido de cosmos tenue, que no duró más que lo que dura un parpadeo, el de Virgo incluso se puso de pie-. Entonces, Caballero Dorado, Shaka de Virgo. ¿Vas a enfrentarme, o me permitirás pasar por tu casa? –preguntó la mujer.

-Prudencia… y… Perfidia… -se arrodilló Shaka en ese momento frente a la Titánide-. Mi señora… si usted ha despertado, entonces Cronos… -en respuesta, la Titánide asintió-. ¿Qué le hará a Athena si llega a ella? -preguntó Shaka.

-Le daré una muerte instantánea… sin sufrimiento… sin agonía… solo salvación… -fue la respuesta de la Titánide, y Shaka se mordió los labios por la horrible revelación-. Athena no puede levantarse en guerra contra Cronos y sus Titanes, simplemente terminará por ser brutalmente asesinada. No puedo permitirle sufrir tal destino. Su lugar está con Hades, su tío seguro la protegerá ya que, a pesar de estar destinados a ser enemigos, la Guerra Santa entre Hades y Athena por el control del destino de la humanidad, solo podrá celebrarse en la Tierra y bajo los ojos guardianes de Zeus –agregó ella entristecida.

-Se equivoca -agregó Shaka tranquilamente-. Los Caballeros Dorados pelearemos por Athena y la salvaremos –pero la Titánide lo negó fervientemente-. ¿Siente eso? -preguntó Shaka, y la Titánide abrió sus ojos con sorpresa- Un Caballero Dorado derrotado se ha levantado para seguir peleando a pesar de que quebrantó su espíritu –comentó, escuchándose entonces un rugido.

-Solo soy prudente -respondió la Titánide-. A pesar de que el Caballero de Leo se haya levantado, no puede hacer nada en mi contra -preparó su cosmos la Titánide, y se dirigió a Shaka-. Al parecer no me dejarás pasar -pero la Titánide entonces vio a Shaka hacerse a un lado, y reverenciar-. ¿Pero si te he dicho que voy a asesinarla? –se impresionó ella.

-Athena no morirá -le respondió Shaka con tranquilidad-. Las respuestas las encontrará en la Casa de Escorpio -aclaró Shaka, y la Titánide lo miró curiosa-. Milo no lo sabe, pero gracias a Aioros y al constante apoyo de Aioria, él se convertirá en el Caballero Dorado más importante para Athena, y en su guerrero más decidido. Igual que pasó en la Guerra de Troya –le comentó Shaka con orgullo.

-¿Insinúas que el Caballero del Escorpio es capaz de vencerme? –Shaka lo negó- Entonces, no comprendo tus razones… pero gustosa pasaré por tu casa -y sin decir más, la Titánide cruzó la Casa de Virgo.

Casa de Escorpio.

-¿Shaka no peleó? ¿Pero en qué está pensando? -Milo entonces miró a Saori, que ya sentía lágrimas rodearle los ojos al saber que el cosmos gigante se acercaba más y más- No te preocupes -la tranquilizó Milo-. Yo te protegeré… siempre… -Saori asintió varias veces, y Milo se sentó junto a ella a esperar a que la Titánide llegara hasta el Templo de Escorpio.

Pasó tan solo una hora cuando la Titánide por fin llegó al templo que Milo protegía, y cuando lo hizo, la flama de la Casa de Libra se apagó. Comenzaba en ese momento el dominio de la flama de Escorpio, y Milo, orgulloso, se levantó, y gentilmente despertó a Saori, que se había quedado dormida mientras esperaban.

-Así que no tengo que viajar hasta el Templo del Patriarca después de todo -habló la Titánide, mientras Milo empujaba a Saori para que regresara a los pisos inferiores, pero ella simplemente se negó y lo abrazó con fuerza-. Dame a Athena –declaró la Titánide con autoridad.

-No pasarás por mi casa. E incluso si lo haces, los que están después de mi te detendrán -la Titánide miró a Milo curiosa y confundida-. Yo defenderé a Athena con mi vida y mi cosmos, no vas a pasar -la Titánide entonces miró a Saori. La niña se moría de miedo-. Saori… vete ya –pidió Milo, pero la pequeña se seguía negando.

-¿Saori? -la Titánide por fin lo comprendió- Ya veo, así que Saori. Entonces, Caballero de Escorpio, haré un trato contigo -comenzó la Titánide-. Me conformaré con llevarme a esta niña, y solo así abandonaré mi casería por la cabeza de Athena -ofreció ella.

-¿Qué? ¿Y yo por qué? -se defendió Saori, y Milo le ordenó nuevamente regresar a los pisos inferiores, mientras preparaba su aguja, pero ella se volvió negar- Athena es más importante que yo. Tengo miedo, pero… -comenzó Saori con lágrimas en sus ojos.

-No te atrevas a terminar de decir eso –comenzó Milo, lo que llamó la atención de Saori-. Athena es lo más importante para mí y los Caballeros Dorados, eso no voy a negártelo. ¡Pero no te atrevas a decir que no eres importante! -Saori se mostró conmocionada por aquellas palabras, e inclusive conmovida- Titánaide, no te entregaré ni a Saori, ni a Athena, ni a nadie. ¿Quién te crees para poner precio a la vida humana? –le apuntó Milo de forma arrogante.

-Soy el cosmos… soy la Prudencia… soy la Perfidia… soy Metis, Titánide creadora del Cosmos -Milo abrió sus ojos de par en par ante tal revelación-. ¡Soy la segunda esposa de Zeus! ¡Condenada al Tártaros por mí marido! ¡Y soy la madre de Athena quien es tu diosa! ¡Tengo todo el derecho de hacer con ella lo que me plazca! –le respondió ella mientras se quitaba lo que le quedaba de capucha, mostrándose ante Milo con su armadura creada del cosmos mismo.

-¡No me importa quién creas que eres! ¡Nadie va a quitarme a Saori o a Athena! ¡Aguja Escarlata! -gritó Milo, y las agujas salieron de la uña de su dedo derecho, sin que la Titánide lograra esquivarlas- ¡Restricción! -volvió a atacar Milo, su mirada desatando ondas que paralizaron el cuerpo de Metis, aunque fuese momentáneamente.

-¡Tus ataques son poderosos! ¡Pero no dejan de ser técnicas diseñadas para pulverizar la voluntad humana! ¡No posees un ataque capaz de derrotar a un dios! -Metis entonces dibujó al Coloso en su cosmos- ¡Este es el poder de los dioses! ¡Colosus! –atacó ella, Milo por fin empujó a Saori a un lado, evitándole ser aplastada junto a él, y utilizando su uña para detener el puño del Coloso, mientras Saori retrocedía asustada.

-¡Antares! -lanzó el poder de su aguja más poderosa a pesar de no haber impactado las otras 14 agujas primero. Antares por sí sola, demostró poseer el poder suficiente para destrozar al Coloso de Metis, sorprendiendo a la Titánide- Tengo más ataques que las Agujas Escarlata y Antares. Tan solo siempre me he enfrentado a humanos a quienes enveneno con mis ataques. ¿Quieres ver la fuerza destructiva de mi cosmos, Metis? –comenzó Milo, su cuerpo ardiendo, la estrella de Antares haciéndose presente como un sol rojo e inmenso a sus espaldas- ¡Recibe, la Llamarada de la Aguja Escarlata de Antares! –suspendida sobre su uña, como un sol rojo en miniatura, Milo reunió la energía de las 15 agujas de la Constelación de Escorpio, y lanzó el pequeño sol en dirección a Metis, quien recibió el golpe fulminante, que la lanzó unos metros hacia atrás, pero de todas formas la Titánide logró mantenerse en pie-. ¿No es suficiente? Tratemos con algo de mi propia creación entonces. ¡La Explosión de Antares! -el ataque de Milo se desprendió de su dedo como si hubiera lanzado la errática aguja de Antares, Metis cubrió su cuerpo, pero en lugar de que la aguja la alcanzara, esta se clavó a sus pies, brilló con fuerza, y estalló en la forma de un torrente escarlata, formando un cilindro perfecto que como una cascada viajando al espacio, azotó el cuerpo de Metis con fuerza, y cuando la Titánide, aún herida, comenzó a ponerse de pie, Milo, quien ya estaba agotando su cosmos, elevó el mismo a como pudo, y lanzó otro ataque- ¡Aguja Escarlata! –de su uña se liberaron 5 agujas más, que perforaron la armadura de Metis.

-Sus agujas… queman… -habló Metis débilmente-. Primero Shura en Aries me destroza las alas… luego Aldebarán me embiste con toda su fuerza, en Géminis Saga me aprisionó por tres horas, y el miserable de Cáncer me envió al Inframundo… -comenzó Metis, mordiéndose los labios con dolor-. Aioria de Leo incluso logró herirme con los relámpagos de Zeus, y en Virgo, aunque no combatí, el Caballero Shaka liberó su cosmos en sus ojos, causándome temor… y ahora… un caballero con el valor y el coraje de Artemisa, perfora mi cuerpo con sus agujas envenenadas… profanando el Icor de los dioses y acortando mi vida… -la Titánide comenzó a vomitar veneno, y tanto Milo como Saori se sorprendieron al ver eso ultimo-. Pero… aun soy una diosa… mi poder regenerativo me permitirá luchar por siempre -más antes de poder continuar con la batalla, otro cosmos dorado se unió a la batalla en el Templo de Escorpio-. ¿El guerrero sin su armadura… aún muestra sus colmillos? –se impresionó la Titánide.

-¡Aioria! ¡Tuviste tu oportunidad! ¡Esta es mi pelea ahora! -se quejó Milo al ver a Aioria, pero de igual manera seguía colocándose en frente de Saori tratando de protegerla, lo que sorprendió a Metis- Puedes quedarte e intentarlo de nuevo si caigo, pero créeme, no caeré frente a Saori –continuó él, aunque su cuerpo le temblaba. En un esfuerzo por desafiar a los dioses, Milo había usado casi todo su cosmos desde un inicio, y este apenas y se estaba recuperando.

-Te encariñaste con ella, ¿verdad? Escorpión inútil -Milo se enfureció e incrementó su cosmos, como si fuese a atacar con su Explosión de Antares a Aioria en lugar de a Metis-. Observaré, Milo, pero mis colmillos estarán listos para pelear si eres derrotado. ¡Yo también debo recuperarme del insulto de ser humillado frente a Lithos! -Metis miró a Aioria, sorprendida de la valentía del caballero abandonado por su armadura- ¡Y no solo eso! ¡Por Athena daré mi vida! –aseguró el León sin melena, su rugido incinerando su cosmos.

-¡Esas son mis líneas! ¡Por Athena daré mi vida! –para aumentar sorpresa a la ya de por sí intrigada Titánide, desde la Casa de Aries, un caballero que se sentía insultado, se incorporaba, y preparaba su espada, incinerando su cosmos tan alto como le fuera posible, haciéndole ver a sus compañeros que no sería derrotado. A él se sumó el cosmos de un Toro que se incorporó también, y en Géminis, Saga ya salía de su casa dispuesto a continuar con los enfrentamientos. En Cáncer no fue diferente, por alguna razón, tal vez temeroso de que sus compañeros lo juzgaran mal, Mephisto elevó su cosmos, desafiante, y comenzó a salir de su casa también, de la Casa de Virgo el cosmos fue más gentil, pero decidido a hacerse notar, y aunque la Casa de Libra estuviera vacía, un cosmos más se unió a la afrenta, desde los 5 Picos en China, el Viejo Maestro se unía en cosmos a sus compañeros dorados, lo mismo pasaba en Jamir, donde Mu meditaba frente a su Armadura Dorada, entregándose a la resolución dorada. Pasando Escorpio, Sagitario y Capricornio, comenzó a caer una tenue nevada, mientras el Caballero de los Hielos abandonaba su casa, pese a las quejas de Mii, quien intentaba resguardarse del frio, pero que recibía el abrigo de una capa más, del propio Caballero de Piscis, quien también había bajado de su casa, dispuesto a unirse a sus compañeros en enfrentar a la invasora. Pasando los templos restantes, incluso el Patriarca Aioros, elevaba su cosmos en señal de desafío, pero también respeto, conociendo la identidad de la invasora desde un inicio-. Nosotros defenderemos a Athena y a cualquiera, no importa a quien tengamos que matar –insistió Milo, su cosmos creciendo nuevamente.

-El Brillo del Sol en la Tierra, irradia con mayor fuerza que nunca –comenzó Metis sorprendida, además de conmovida-. Ya veo… los Caballeros Dorados sin duda defenderán a Athena de cualquiera… -agregó Metis, y comenzó a llorar-. Me rindo, Caballero de Escorpio… no intentaré matar a Athena si ustedes Caballeros Dorados prometen protegerla con sus vidas. Athena y la Tierra están en buenas manos, y aunque mi hija tenga que sufrir, sé que sus Caballeros Dorados serán su soporte que le impedirá caer -y los 12 Caballeros Dorados, apagaron sus cosmos-. Caballero Dorado de Escorpio, me retiraré al Tártaros voluntariamente, y usaré mi poder para que tengan más tiempo para prepararse para la batalla por venir, tan solo concédeme un único capricho que apacigüe mis deseos de volver a ver a mi hija -y Milo, aunque un tanto intranquilo, asintió-. Permíteme abrazar a esta niña, como si estuviera abrazando a mi querida Athena -Milo se puso a la defensiva, pero Saori tomó su mano, y lo miró con una gentil sonrisa.

-El cosmos aplastante, ahora es gentil y hermoso -agregó Saori, y Milo no tuvo más remedio que acceder, permitiendo a Saori acercarse a la Titánide, y que Metis abrazara a la niña-. Es una lástima que no puedas ver a tu hija -agregó con un sentimiento cálido golpeándole el pecho.

-Descuida pequeña… ya habrá tiempo de conocerla -Metis lloró desconsoladamente, antes de separase de Saori momentáneamente, y darle un beso en la frente-. Se fuerte y vive… y recuérdale a Athena cuando la conozcas… que su madre la adora y que se sacrificará por brindarle más tiempo -Saori asintió, y Metis caminó fuera de la Casa de Escorpio.

-No entiendo lo que ha ocurrido, pero… nos hace falta volvernos más fuertes –comenzó Milo, con sentimientos encontrados por lo ocurrido, y Aioria asintió a las palabras de Milo-. Saori… prepara una habitación para Aioria -y ambos miraron a Milo curiosos-. Le prometí que podía quedarse en mi casa hasta que se sintiera listo de hablar con Lithos… una promesa es una promesa… y yo siempre cumplo mis promesas -Saori asintió, y corrió a los pisos inferiores a preparar una habitación para Aioria.

Templo del Patriarca.

-Creo que ya entiendo por qué Shion tenía canas verdes –se dejó caer Aioros en su trono, ante la mirada de una preocupada Yoshiko, quien no sabía cómo reaccionar ante el estrés de su marido-. Pero esto no puede repetirse. La invasión de recién es solo el inicio, y no podemos permitir que Saori se encuentre en la Casa de Escorpio si esto vuelve a pasar –comentó Aioros.

-Pero, ¿qué podrías hacer? ¿Sacar a Saori del Santuario para divertir la atención? –preguntó Yoshiko, parte de ella deseando que aquello ocurriera, y usando su posición de esposa de Aioros para poder cumplir con los planes de Pontos.

-Nada como eso, Saori aprenderá humildad como humana, para convertirse en una mejor diosa –aclaró Aioros, y Yoshiko asintió a sus palabras-. Ella permanecerá en Escorpio hasta que no pueda evitarse más, pero, mientras tanto, he tomado mi decisión –aclaró Aioros, y Yoshiko esperó-. Lo que ocurrió frente a Metis, me ha abierto los ojos, Shaka tiene toda la razón. No importa lo que haga, o lo que deje de hacer Athena, los dioses siempre han de juzgarla. Es por eso que no solo voy a reunir a las 12 Armaduras Doradas en el Santuario, sino que reuniré a los 88 Caballeros de Athena –comentó Aioros, y aquello preocupó a Yoshiko-. Metis no es más que el preámbulo de algo mucho más grande. Si los 12 Titanes van a atacar el Santuario, encontrarán al Santuario más protegido de todos los tiempos esperándolos. Si a los dioses les preocupaba que los 12 Caballeros Dorados estuvieran reunidos, solo espera a que, por vez primera desde la Guerra de Troya, todos los Caballeros de Athena estén presentes en la misma batalla –aseguró Aioros con orgullo.

-Todos los… Caballeros de Athena… -comenzó Yoshiko furiosa, y mordiéndose una uña en señal de descontento-. Esto… lo cambia todo… -agregó ella para sí misma, sin que Aioros pudiera escucharla-. Yo también lo he decidido, Aioros… los Titanes no atacarán a menos que todos hayan recuperado sus Dunamis antes de hacerlo, aunque creo, que Metis se me ha adelantado –sonrió Yoshiko para sí misma, divertida, por lo que Aioros se viró para verla, confundido-. Mi marido me enorgullece. Reunir a los 88 Caballeros de Athena, será increíblemente gratificante –le sonrió ella, alegrando a Aioros, quien llegó ante ella, y la besó con gentileza, mientras Pontos en su interior, se regocijaba de lo que sucedería cuando el sello de los Titanes se rompiera.

Casa de Cáncer.

-Así que eres Metis -habló Máscara Mortal cuando Metis llegó a su templo-. No pareces estar enfurecida por entregarte a tu hija en bandeja de plata, así que lárgate de mí templo, me molestas -prosiguió el Caballero Dorado de Cáncer.

-Te detesto, caballero, pero estoy segura de que, con el tiempo, cambiarás -explicó Metis, pero Mephisto la ignoró-. Envíame al Hades… usa tus Ondas Infernales conmigo… y a cambio… te entregaré mi rostro –ofreció la Titánide.

-No necesito el rostro de alguien a quien no he derrotado… pero te enviaré al Hades de todos modos, lo que sea porque no me fastidies. ¡Ondas Infernales de Hades! -y sin decir más, Máscara Mortal envió a Metis al Inframundo, donde la Titánide se dio a la tarea de buscar el Tártaros- ¿Cambiar con el tiempo? No hay nada que desee cambiar -y Mephisto, continuó mirando su colección de rostros.

El Tártaros.

En el Tártaros, Metis observó a la inmensa serpiente de roca y fauces de relámpago, que mantenía aprisionados en su interior a seres mitológicos con el único deseo de ser liberados y llevar la guerra al Olimpo. Sin embargo, Metis había hecho una promesa, ella le daría tiempo a los Caballeros Dorados, sacrificando su propio cosmos de ser necesario.

-Hermanos, lamento su castigo, pero no apruebo sus deseos. Es por esto que he decidido brindarle más tiempo a mi querida hija, Saori, a mi hermosa Athena -la Titánide entonces encendió su cosmos, forzando al Inframundo a temblar por su tremendo alcance-. Sacrificaré mi cosmos, y me convertiré en una esclava de Hades, pero lo haré con gusto por preservar a mi hermosa hija. ¿Cuánto tiempo les brindaré? Podrían ser siglos si los Caballeros Dorados no me hubieran lastimado tanto, pero ahora no sé cuánto duraré. Sin embargo, y hasta entonces, hija mía… vive feliz junto a los mortales a los que tanto amas -el cuerpo de Metis entonces se desintegró, y formó parte de la barrera alguna vez débil. Reforzándola por unos años más.

Guerras Doradas - El Ciclo Infinito - Chapter 3 - FriendlyMushroomAO3 - 聖闘士星矢 (2024)
Top Articles
Latest Posts
Article information

Author: Stevie Stamm

Last Updated:

Views: 5299

Rating: 5 / 5 (60 voted)

Reviews: 83% of readers found this page helpful

Author information

Name: Stevie Stamm

Birthday: 1996-06-22

Address: Apt. 419 4200 Sipes Estate, East Delmerview, WY 05617

Phone: +342332224300

Job: Future Advertising Analyst

Hobby: Leather crafting, Puzzles, Leather crafting, scrapbook, Urban exploration, Cabaret, Skateboarding

Introduction: My name is Stevie Stamm, I am a colorful, sparkling, splendid, vast, open, hilarious, tender person who loves writing and wants to share my knowledge and understanding with you.